Capítulo 2

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¡Renovada! Así era como me sentía.

Hacía mucho tiempo que no me sentía tan ligera y libre. Sí, libre. Desde el momento en que reconocí a Jesús como mi salvador, así es como me siento, a pesar de estar en prisión. Ni siquiera, Lurdes, consiguió deshacer la sonrisa de mis labios.

Hoy no tuve motivos para visitar a Ana, pero necesito desesperadamente hablar con ella. Quedarse en esta celda mirando los barrotes no es nada agradable.

Cerré los ojos por un minuto, y llegó la carcelera avisándome que tengo visitas. Eso es extraño.

—¿Quién es? —pregunto curiosa. No son mis padres porque sé que solo vienen los fines de semana.

—El pastor —responde con un tono de burla. A Sandra no le cae bien nadie, a diferencia de Ana, que desborda amor y siempre nos abraza.

—¿Estás segura de que es conmigo con quien quiere hablar? —pregunto con recelo. Ella revira los ojos y me mira con el ceño fruncido.

—No conozco a otra Melissa por aquí —tragué en seco.

Me escapé de la reunión para no hablar con el hombre y, ¿él vino aquí sólo para verme? Jesús, ¿qué quiere el Señor con esto?

Me levanto lentamente y la sigo. Es difícil volver a confiar en alguien y tengo miedo. Ya he tenido muchas decepciones.

*******

Un chico sonriente y simpático, por no decir lindo, se encuentra sentado, y en cuanto me ve, amplía su sonrisa, dejándolo impresionante.

¡Controla eso pensamientos, Melissa!

Fuerzo una sonrisa y me siento delante de él. La sensación de ya haberlo conocido me sobrecoge nuevamente. Lo miro minuciosamente, tratando de recordar si alguna vez lo había visto, pero es en vano. Él también me inspecciona. Enarco mi ceja, y él me da una sonrisa de lado.

—¿Qué es lo que quiere? —pregunto de forma directa, no quiero quedarme ahí con él. La forma en que me mira me hace sentir expuesta.

—Sólo vine a traerte esto —él me extendió una pequeña biblia de cuero color rojo. Lo miré con desconfianza.

¡Demasiada amabilidad me asusta!

—¿Por qué? Usted ni siquiera me conoce —hablo exasperada. Él continúa sonriendo, sin demostrar ningún tipo de asombro por mis palabras.

—No necesito conocerte para hacer lo que Dios pide. Ayer huiste, así que, decidí volver hoy con calma —él se toma la barbilla y fija sus ojos en los míos con intensidad. Y siento algo que hace mucho no sentía, mis mejillas enrojecen. Cojo la Biblia y me pongo un mechón de cabello detrás de la oreja mostrando nerviosismo.

—¿Por qué huiste? —él preguntó serio.

—No quería hablar con usted —respondí de forma sincera. Cerró los ojos y sonrió.

—¿Soy tan feo? —pregunta con una falsa cara de tristeza.

—No, por el contrario es atractivo... —cuando me di cuenta, las palabras ya habían salido de mi boca.

¡Caramba!

—¿Entonces quieres decir que soy atractivo, eh? —él tenía una sonrisa enorme, y unos bonitos hoyuelos en sus mejillas, que decidí ignorar.

—Y presumido también. ¿Está seguro de que es pastor? —él hizo una mueca y sonrió nuevamente. Su vida sólo puede ser perfecta. No deja de sonreír ni un minuto.

—Sí, lo soy. Y también sé que soy cautivador, después de todo soy imagen y semejanza de Jesús —responde con una sonrisa aún más amplia. Lo que dije, una vida perfecta. Pongo los ojos en blanco. Es demasiado convencimiento para una sola persona.

Un Largo ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora