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Ester

Hoy, mientras caminaba a reunirme con mis amigos cerca de la biblioteca, volví a verte.

No me notaste, ibas concentrado en el suelo, luciendo un tanto preocupado. Llevabas el cabello ordenadamente desordenado, igual que aquellos días en que yo podía jugar con él, solo que ahora iba un poco más corto.

Por un momento quise esconderme y esperar a que te fueras, no quería tener que hablar contigo, no sabría qué decir, sin embargo, las ganas me empujaron a seguir caminando, esas ganas, tal vez, de verte de cerca otra vez. Sentía que de a poco tus rasgos se desvanecían de mi mente, y no quería que eso sucediera, porque desde que te vi quise memorizar esas bonitas facciones, tus ojos verdes, tu sonrisa y la curvatura de tu mandíbula que lleva a tu cuello, ángulos solo tuyos y que me gustaba recorrer.

Tenía miedo de lo que sucedería con mis emociones. Tenía miedo de que doliera. Así fue.

Esa espinita en el pecho, en mi garganta, clavada y haciéndome daño al suspirar.

De cualquier manera, no me atreví a mirarte bien de nuevo, era más fácil si pretendía no haberte visto. O tal vez era más fácil evitar tu presencia cada vez que pudiera. 

De gris y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora