XXV

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Irene

¿Cuánto dolor puedo tolerar? No lo sé. Solo sé que mientras no salga de aquí me iré apagando cada vez más.

Gabriel, mi querido Gabriel, hoy te vi hablando con ella. Te veías triste, pero a ella la mirabas como si fuera tu última fuente de esperanza, como si en todo el mundo ella fuera la única que tuviera las acuarelas para colorear el desteñido cuadro en el que te has convertido.

Y ella te miraba con dolor. No conozco su historia, pero me imagino que al igual que a mí, a ella también le hiciste daño.

Ni sospechas cuánto he llorado, cuánto he pensado, cuántas veces he repetido en mi cabeza esa triste escena. Ahora incluso aquellos momentos en que nos conocimos, en que todo era fácil y solo compartíamos risas, se sienten como momentos tristes, porque yo solo pensaba en ti, tú al parecer pensabas en alguien más.

No puedo dejar de creer que no soy suficiente, que nunca logré hacerte sentir algo tan fuerte como para que la olvidaras, que estar contigo era aspirar a mucho, porque eres demasiado perfecto.

No quiero esto Gabriel, quiero que me quieras, quiero que me veas y pienses solo en mí.

De gris y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora