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Irene

Has estado un poco extraño estos últimos días, distraído, cabizbajo. Intento invitarte a salir, pero siempre estás metido en tus pensamientos. Sé que algo anda mal, pero no te preocupes, no voy a presionarte, sé que confías en mí y que me contarás lo que sucede cuando estés listo.

No quiero que te sientas mal, no llevamos tanto tiempo juntos, pero cuando te veo triste a mí también me duele. Cuando tu silencio se alarga, o tus cejas se elevan en un gesto triste, o te quedas mirando sin mirar, quisiera poder entrar en tu cabeza y solucionar todo, decirte que te ayudaré en lo que sea que necesites, porque me importas de verdad y quiero estar contigo.

En un principio tuve un poco de miedo de conocerte, me habían hecho daño antes, habían ignorado por completo mis sentimientos y no me habían valorado, sin embargo, me dije que no podía vivir toda mi vida con miedo, que si alguien me dañó no significaba que todos lo harían y que el destino te había llevado a mí para demostrarme que todo lo que doy me lo darán de vuelta.

Por eso hoy mientras almorzábamos y volvías a perderte en tus pensamientos, tomé tu mano, y con solo una mirada y una sonrisa suave te di a entender que ahí estaba, que no necesitabas estar triste solo. Me sonreíste de vuelta para calmarme, pero tu sonrisa no llegó a tus ojos.

De gris y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora