XXVIII

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Irene

Me llevó un par de noches darme cuenta de que la única persona que podía entender cómo me sentía era Ester. Me sentí patética al acercarme a ella, imaginándola superior, arriesgándome a que me dijera orgullosa que la querías a ella. Pero no fue así, amablemente me invitó a acercarme y me permitió hablar.

Así supe que a ella también le hiciste daño, que te alejaste sin darle motivos, dejándola preguntándose cada noche qué había hecho mal.

Me ayudó a darme cuenta que ninguna de las dos merece esto, que no podemos gastar nuestro tiempo y energía pretendiendo entender tu forma de actuar, ni lo que pasa por tu cabeza, que solo merecemos que alguien nos quiera de verdad y sea honesto.

Lloré frente a ella, y luego lloramos juntas y fue un gran alivio saber que no estoy sola. No puedo pretender olvidar todo esto, ni superarlo rápidamente, de momento solo puedo llorar para desahogarme y poder respirar nuevamente, pero tengo fe en que algún momento deje de arder, que mi cabeza deje de castigarme por algo que no es mi culpa. De momento, la mejor decisión que tomé fue dejarte, atada a ti nunca podría sanar, y por primera vez debo ponerme a mí primero.

De gris y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora