XII

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Gabriel

Mientras me encontraba distraído en la clase, comencé a garabatear algo en mi cuaderno, hallándome perdido en mis pensamientos. Cuando fui consciente de lo que hacía, me di cuenta de que había escrito tu nombre. Ester. Cerré el cuaderno de golpe e intenté concentrarme en lo que la profesora decía, pero se me hizo imposible.

¿Por qué tu nombre sigue dando vueltas en mi cabeza? ¿Será la culpa de haberte dejado sin respuestas?

Me encontré nuevamente recordando, casi pudiendo sentir en mis dedos la suavidad de tu piel, de todas aquellas veces en que tomé tu rostro entre mis manos para poder ver mejor tus rasgos, para besar cada lugar de tus facciones, para perderme en tus labios que siempre encontraban la sintonía con los míos.

Me encontré recordando luego cómo tus dedos se deslizaban por mi cara con cuidado, cómo tus manos se perdían en mi cabello y bajaban hasta mi nuca, en donde se quedaban para luego apoyar tu frente con la mía. Esa era nuestra señal de cerrarnos al mundo, de vivir la intimidad de nuestras respiraciones como si nada sucediera a nuestro alrededor. Cada vez que teníamos un mal día eso funcionaba.

No debería recordar nada de eso, porque entonces mi decisión de alejarme perdía sentido. Porque entonces tú no eras solo caos, también eras paz y calma.

De gris y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora