XXIX

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Ester

A veces, inesperadamente, llega una persona que pone nuestro mundo a girar en diferentes direcciones. Sentimos que todo lo que nos rodea es bello, brillante, alegre. Nos hacemos adictos a esa sensación de flotar, a sonreír todo el día, a crear escenarios perfectos antes de dormir.

Por eso, cuando aún estamos en ese estado de ensoñación, es difícil desapegarse de esa persona cuando se marcha, cuando no hay un motivo aparente ni una actitud que la delate.

Entonces, la burbuja se rompe y quedamos con la cabeza revuelta con preguntas, con el corazón roto y los ojos hinchados. La vida ya no es la misma porque esa persona marcó un antes y un después, y no sabemos si queremos que vuelva o tener el poder de olvidarlos para siempre.

Pero después de tanto darle vueltas a las cosas, de que el daño nos ha dejado en un estado constante de tristeza, comenzamos a pensar que ya no queremos seguir así, que no podemos hundirnos por alguien que realmente no nos valoró.

Después de que la tristeza me acompañó por un tiempo, decidí que al mirarme al espejo quería ver a la chica alegre que solía ser, la que siempre llegaba con una sonrisa a todos lados, pero sobre todo que se sonreía a sí misma.

Y sí, me gustaría que alguien viera lo especial que soy, que quisiera conocerme profundamente, que me amara con cada latido de su corazón. Quiero ser amada, sí. Pero más me importa amarme a mí misma.

No podemos evitar que nos hagan daño, que no vean todo lo que somos incluso si estamos dispuestos a mostrarlo, pero sí podemos elegir alejarnos al darnos cuenta de que no somos valorados. Podemos elegir ponernos primero, descubrir nuestra importancia y no conformarnos nunca con menos de lo que merecemos.

Por eso ahora me elijo a mí, sabiendo quien soy y lo que valgo, y me prometo nunca quedarme donde no son capaces de ver todo lo que tengo para ofrecer y todo lo que espero recibir. 

De gris y coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora