Mónica
—Suéltalo.
Es todo lo que digo al estar sentada en el asiento de acompañante del auto de Dave.
Parecía algo tenso, no tenía idea de qué era eso que pasó hace minutos, pero de alguna manera debía de causarle estrés. Suspiró haciendo inflar sus mejillas.
—Solo dos palabras: Emily Fernández —enciende su auto.
Fruncí el entrecejo, ¿Ese no era el nombre de la chica de la facultad de modistas? Recuerdo que es una de las más populares por sus grandes diseños de vestidos, camisas y pantalones, además de que es un poco influencer en Instagram por esa misma razón, además también de que se destaca en el área de embellecimiento femenino.
Admito que maquilla bonito.
¿Qué tiene que ver Emily con...? Ah, oh claro, es su ex.
—¿No que ustedes terminaron hace como... no sé... tres meses?
—Seis, de hecho —me corrige.
—Veo que sigue obsesionada contigo.
—Creo que esto la está llevando al borde de la locura —murmura, saliendo del estacionamiento para adentrarse en la carretera.
—No creo que aún no supere lo de ustedes, ya pasó medio año, por Dios.
Dave suspira pesado.
—No creo que lo supere pronto —admite en un murmuro.
Cuando el silencio nos inhundó, decidí mejor no tocar más ese tema. Dave será idiota, pero era un idiota del cual tenía que respetar su privacidad. A mí tampoco me gustaría que husmearan así entre mi vida personal.
Así pasamos gran parte del camino: en silencio. Yo solo veía por la ventana, él solo conducía hacia mi casa. De todo lo que pensé que podría pasar hoy, esto nunca me lo imaginé. Reencontrarme con Dave era una probabilidad muy grande, yo vivía en Beacon Hill, él en South Boston, sus padres conocen a mi padre, vamos a la misma universidad, pero aún con eso en cuenta, teníamos bastante tiempo sin tener una conversación así de larga con él.
Cuando éramos más niños sí que nos veíamos mucho, cómo dije, sus padres tienen una gran amistad con los míos, así que Dave fue gran parte de mi infancia. Jugábamos, veíamos películas infantiles, pintábamos, esas cosas que suelen hacer los niños. Pero todo eso terminó hasta que él cumplió doce y ya no era lo mismo. Él estaba en la etapa de la preadolescencia y yo aún jugaba con mis muñecos como lo cría de diez años que era, así que fue a partir de ahí que ya no pasábamos tanto tiempo como antes. Solo estaban los ocasionales saludos en la preparatoria y los «me gusta» en las publicaciones del otro.
Dave detiene el auto frente a un semáforo en rojo.
—Bueno... cuéntame, Mónica, ¿Qué hiciste en estas vacaciones? —pregunta, volviéndose hacia mí rápidamente.
Encogí los hombros.
—Nada tan interesante como para presumirlo. Ver una serie en Netflix, dormir hasta tarde, tratar de mejorar algún idioma, ayudar en los gastos de casa —digo con simpleza—. Nada de otro mundo, ¿Y tú?
El semáforo cambió a verde.
—Promete que no le dirás a nadie —me da una rápida mirada antes de volver a conducir—, tampoco que te reirás.
Asentí.
—Vale...
Dave suspira entre una sonrisa.
—Bueno... solo te diré que nunca juegues fútbol dentro de tu casa, o si no, terminarás con una piscina y viviendo con tus padres otra vez.
Mi instinto fue morder mi labio inferior para así no soltar la gran carcajada que brotaba de mi garganta.
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Un Amor ¿De Verdad O Mentira? (Verdades o Mentiras #1) ✅
Jugendliteratur• COMPLETA • Algún sabio dijo una vez: "Del odio al amor, hay un solo paso." ¿Cuántos hay entre la verdad y la mentira? ¿La misma cantidad? ¿Muchos pasos más? Una cantidad incierta, a decir verdad. La pregunta constante que se suele hacer. Las d...