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MATILDE

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MATILDE

— Te perdono —Alek me mira con asombro cuando aquello ha salido de mis labios—. ¿Es lo que quieres escuchar cierto?

— Sería un mentiroso si no digo que es no verdad —baja su cabeza.

— Pues no puedo hacerlo aun Alek, no lo siento todavía, y tampoco creo en lo que me estás diciendo.

— ¡¿Porque es tan difícil confiar en mí?! —exclama.

— Confié en ti una vez, te creí... y me decepcionaste, si te pusieras un solo momento en mi lugar, sabrías lo que se siente ser usado. Pero no puedes hacerlo, se necesitan más que palabras para creer en el perdón de una persona, las acciones son aquellas que cuentan —me aleje de él sintiendo que lo que le acababa de decir había abierto entre los dos una brecha aún más profunda.

Caminé con pasos firmes regresando a la mansión, pude ver antes de cruzar las puertas de la sala a los hombres de Alek subiendo a un auto el que sería el cuerpo de Antonio.

Las imágenes de cómo había muerto se devolvieron a mi cabeza. El charco de sangre, Alek disparando.

Mi estómago se revuelve y corro hacia el baño más cercano para vomitar sobre el escusado.

Suspiro llevándome las manos a los cabellos.

«No será fácil controlar los síntomas Matilde »

Abandono el baño encontrándome a Alek de frente, parece que no se dará por vencido tan fácil.

— ¿En realidad no vas a creerme? —pregunta.

— Mantente alejado de mi —me hago a un lado y él se mete impidiéndome el paso.

— Hablemos y seamos honestos con nosotros mismos.

— Fui honesta contigo, fui la persona más honesta, te dije que haría cualquier cosa por ti, que obedecería a lo que me pidieras, y lo cumplí, pero todo eso fue antes del bebé. Ya no voy a seguir tus peticiones Alek, menos voy a dejarme llevar por tu palabrería —tomo aire creyendo que aquello atragantado en mi garganta jamás saldría—. Y si te es molestia me guastaría regresar a la habitación.

Alek me suelta finalmente, camino y veo de reojo a Akin quien ha visto la escena que hemos montado en la sala.

Se acerca hasta Alek cuando intenta seguirme.

— Déjala respirar —escucho que le dice.

El ruso acto seguido desaparece con dirección al jardín, mientras sigo mi camino hasta la habitación.

**

Me remuevo entre las sabanas.

La misma rutina de todas aquellas madrugadas se repite. Alek pegado a mí como si fuera una camisa de fuerza, una vez más levanto sus brazos e intento escurrirme por debajo de las sabanas.

El Imperio del MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora