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Observo a Alek mirarme desde la esquina del almacén sin quitar su vista de la mía

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Observo a Alek mirarme desde la esquina del almacén sin quitar su vista de la mía.

— ¿Qué? —pestañeo varias veces dejando una carriola a un lado—. ¿Tengo algo en la cara?

Alek sonríe.

— Estas bastante hormonal —rueda los ojos-. ¿Has hecho una elección?

— Creo que me quedare con esta —paso mis manos por la carriola que he escogido en un color blanco mate—. ¿Te gusta?

— No sé nada de temas de bebé, pero supongo que si te gusta está bien.

— ¿Seguro? —pregunto—. Eres muy quisquilloso con las cosas.

— ¿Quisquilloso? —levanta una ceja sorprendido.

— Crees que no lo noto, pero eres muy evidente—me encojo de hombros.

— Y tú me sacas de quicio con tus palabras —me rodea la cintura con sus grandes brazos—. Pero supongo que me gusta —deja un beso en mi mejilla.

No conocía esta faceta de Alek, ha empezado a actuar extraño. Supongo que quiere algo a cambio. ¿Cariño? No es de los que le gusten las muestras de cariño.

— Iré... iré a mirar algunas otras cosas —me alejo de sus brazos y él me deja marcharme lejos de su lado.

Me quedo con la vista puesta en algunas cosas del estante, Alek me mira desde una esquina, retiro mí vista de la suya y camino por el pasillo. Mi corazón late a mil por hora, si bien me había confesado sus sentimientos se me hacía muy difícil aun mostrar los míos, porque aún estaba herida por él.

—Vamos a intentarlo —suspiro—. Y el cuarto quedara muy bonito —sonrío para mis adentros.

Demonios la habitación, no había hablado del tema con Alek.

Giro mí vista con la intención de regresar a donde Alek está pero me llevo la sorpresa de encontrarlo a escasos centímetros de mí.

— ¿A dónde ibas? —pregunta.

— A buscarte, tengo algo que decir.

— ¿Va algo mal con la casa?

— No —niego con la cabeza—. ¿Crees que podamos usar una habitación para el cuarto del bebé?

Alek deja escapar una carcajada que me hace enojar.

— ¿Porque te estas burlando de mí?

— Porque has hecho una pregunta muy infantil Matilde, es claro que nuestro hijo tendrá una habitación en la casa. Nuestra casa.

— Quería preguntar de igual forma —bufo—. Y no te rías de mí.

— ¿Es gracioso todo esto no crees? —me acorrala en una esquina del pasillo—. Tú y yo, evitándonos, como dos críos.

El Imperio del MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora