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MATILDE

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MATILDE

Intento cerrar mis ojos una vez más.

Ha pasado cerca de una semana desde que Alek se marchó a Escocia. No he podido dormir con tranquilidad ninguna de esas noches, por fortuna Aspen no es un bebé problemático por el cual deba preocuparme.

Escucho la puerta abrirse un poco, mi vista se centra en la figura de Akin entrando a la habitación.

— Matilde, ¿porque aun estas despierta? Son las dos de la madrugada.

Suspiro.

— Me iba a meter en la cama en unos minutos.

Akin se acerca hasta donde me encuentro sentada con vistas a la ventana de la habitación.

— No te ves bien - dibuja una mueca en su rostro.

— Estoy bien —respondo cubriéndome con las sabanas.

— Matilde, no te ves bien, has perdido peso, es comprensible que estés triste porque Alek se haya marchado pero no puedes descuidar tu salud de esta forma, ¿me entiendes? debes pensar en Aspen.

— No puedo —respondo apretando mis parpados dejando escapar unas cuantas lagrimas que bajan por mis mejillas—. No puedo ver a Aspen sin pensar en Alek, no se ha comunicado con nosotros en una semana ¿y si le ha sucedido algo?

— No te preocupes por eso, ya llamará. Sólo cuida de Aspen, preocúpate por él.

— No puedo hacerlo —limpio mis lágrimas—. No podre cuidar de Aspen sola, no podré.

— Si puedes —Akin me toma por los hombros—. Puedes hacerlo, porque eres su madre y harías lo que fuera por ese niño.

Me quedo en silencio. En este momento estaba demasiado confundida, no tenía noticias de Alek y aquello era lo que más me preocupaba, lo que me quitaba el sueño por las noches, no quería que le sucediera nada, imaginarlo en mi cabeza era horrible.

Akin me ayuda a regresar a la cama sin hacer el mínimo ruido en la habitación que provoque que el sueño de Aspen se vea interrumpido. Una vez se asegura de que me meta debajo de las sabanas abandona la habitación. Permanezco sin moverme mientras me abrazo a mi hijo, no han sido días fáciles para ninguno de los dos, en especial para mí.

Debería seguir el consejo de Akin, debería dejar de pensar en Alek.

Alek... ¿Alek estará bien?

Cierro mis ojos con la única intención de dormir como no lo he logrado en días anteriores, aunque las madrugadas en Moscú ahora resulten más frías de lo habitual.

Consigo dormirme después de unas horas, pero me despierto de golpe cuando observo una sombra cruzar por la ventana.

- ¡Alek! —lanzo un grito levantándome frenéticamente de la cama.

El Imperio del MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora