Capítulo 3: Melodía

18 5 1
                                    

Tras haberse distanciado de sus amigos, Archi, quien ya tenía 14 años de edad, se concentraba en descubrir que había hecho mal en su último experimento, se había quedado tan inmerso, que a penas y le daba la luz del sol, pues, casi diario, salía a comprar golosinas, y el sol a penas le daba en el rostro. Esos ratos libres los tomaba para darse un respiro y pensar. Ese día salió, decidido a tomar aire fresco y despejar su mente, debía analizar si en realidad su experimento había salido mal, o si solo eran ideas suyas. Fue a comprar caramelos, casi todo el tiempo tenía uno en la boca, le gustaban en especial los que tenían sabor a canela. Se dirigió a la dulcería dónde siempre compraba sus caramelos, pero un sonido lo dejó paralizado, casi hipnotizado, se trataba del sonido de un violín, y la hermosa melodía que salía de él. Archi, siguió ese sonido para conocer su origen, y se sorprendió al ver, que una niña, de, al parecer un par de años menor que el, era la que originaba dicha melodía. Ella pareció no notar su presencia, y siguió en lo suyo, tenía una hermosa sonrisa en su rostro, sus mejillas se coloreaban de rosa, y sus ojos estaban cerrados, como si en vez de tocar su violín, se comunicará con él, y sintiera las notas acariciando sus 5 sentidos. Una vez que terminó de tocar, giró su cuerpo hacia donde estaba Archi, y al abrir los párpados, dejó ver un par de ojos expresivos, con un iris color azul en ellos. Era delgada, parecía una muñeca de porcelana a simple vista. Cuando vio a Archi, sus miradas se cruzaron, y se quedaron un largo, pero muy agradable minuto viéndose el uno al otro, hasta que Archi rompió el silencio.

Q... Que bien tocas -dijo el casi susurrando-

Gracias -contestó ella de forma educada- ¿Cómo te llamas? -preguntó de forma tierna-.

Mi nombre es Archi, ¿Y el tuyo? -dijo bastante nervioso-

Me llamo Doremi, mucho gusto Archi -contestó ella, quien podía notar los nervios de su interlocutor, y no pudo evitar que en su rostro se dibujara una sonrisa traviesa, al ver que las mejillas del otro se coloreaban de un rojo intenso-

¿Te puedo invitar a dar un paseo por el parque? -dijo casi terminando la oración, pues sentía un nudo en la garganta que sentía que lo iba a dejar tartamudo-.

Claro que acepto -contestó ella, y lo tomó del brazo para jalarlo entusiasmada-

Era raro que ella se comportará así, pues con la demás gente solía ser más reservada, dejando esa actitud para sus seres más cercanos, pero sentía algo inexplicable hacia él, sentía que podía contarle toda su vida, como si se conocieran de años. Por su parte, Archi también se sentía muy imantado hacia ella, incluso más que cuando se acercó por primera vez a Dennis. Se sentaron en una banca y se la pasaron hablando por horas, hasta que el atardecer se asomó por el horizonte, y ella se tuvo que ir, no sin antes, quedar de verse con el de nuevo, en esa misma banca, a la misma hora al día siguiente.

Y así fue, al día siguiente ambos estaban ahí puntuales, y mientras pasaban los días, ambos ansiaban más y más conocer de forma más profunda al otro. Al pasar de los días, ella le contaba como en el pasado, cuando el ser humano habitaba en la Tierra, en la época medieval, existió una aldea de magos, quienes podían controlar diferentes elementos de la naturaleza. Había quienes controlaban el metal, los que aumentaban la temperatura de los objetos, y las más importantes, los que controlaban el sonido. Al ser los más poderosos, los del sonido eran quienes gobernaban a los demás, rigiéndolos de forma sabia, para que no existieran los conflictos entre ellos. Vivían en paz, un tanto aislados del mundo entero. Pero un día, la iglesia católica inventó algo llamado "la santa inquisición" y reclutó a personas que se hacían llamar "alquimistas" para poder derrotar a los magos. Los alquimistas tenían más armas, pero su ventaja sobre los magos, era un metal que crearon, el cual, era inmune a los poderes de los magos, por eso mismo, fue que los magos fueron perdiendo poco a poco. Hasta que la iglesia decidió traicionar a los alquimistas, dándoles el mismo trato que a los de la aldea. Ambos bandos se unieron, tanto los alquimistas como los magos, pero eso no fue suficiente para salvarse de la iglesia, perdiendo la guerra. Poco a poco los magos se fueron disolviendo, hasta extinguirse, mientras que los pocos alquimistas que quedaron, se convirtieron en científicos.

Gaia: NeogenesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora