Capítulo 2

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Habiendo llegado a la parte de la noche que más le interesaba, Jungkook la tomó en brazos y se dirigió a la cama...

Y se quedó helado al ver que ya estaba ocupada por alguien más.

Un joven doncel que estaba mirándolo fijamente, los ojos azules brillantes en un rostro muy pálido. Evidentemente le había sorprendido la lluvia porque el jersey se pegaba a su cuerpo y la melena rizada, empapada ahora.

Dado el estado en el que estaba debería tener un aspecto patético, pero no era así. Parecía enfadado, el brillo de sus ojos y el ángulo de su barbilla advirtiéndole que aquélla no iba a ser una reunión agradable.

Era como si un petardo hubiera caído en su habitación y Jungkook se quedó sorprendido porque nunca lo había visto enfadado. De hecho, no lo creía capaz de enfadarse.

Había visto su silencioso reproche y su dolor. Había visto su desilusión y su desprecio. Pero nunca lo había visto enfadado.

Hoseok había creído que no merecía la pena luchar por lo que había entre ellos.

Pero, de repente, Jungkook se puso furioso; la furia amenazaba su habitual autocontrol. Estaba a punto de decir algo cuando su acompañante lanzó un grito:

—¿Quién es? ¡Serás canalla! Cuando dijiste que podrías hacerme daño no imaginé que sería tan pronto. ¿Cómo te atreves a tener a otra persona en la cama? Yo sólo mantengo relaciones exclusivas con los hombres.

Sorprendido al darse cuenta de que aún la tenía en brazos, Jungkook la dejó en el suelo sin ceremonias.

—Yo no tengo relaciones. Nunca más.

—¿Y él? —intentando mantener el equilibrio sobre sus vertiginosos tacones, la actriz señaló a la joven que estaba en la cama—. ¿Él lo sabe?

—Sí, lo sabe —Jungkook miró al joven—. Él no confía en mí en absoluto, ¿verdad, Seokie?

Sus ojos eran dos pozos de condena, tanto que Jungkook tuvo que apretar los dientes. «Lucha conmigo», le urgió, en silencio.

«Si eso es lo que piensas de mí salta de la cama y aráñame la cara. No te quedes ahí. Y no te vayas como hiciste la primera vez».

Pero él no se movió. Se quedó donde estaba, en silencio, sus ojos diciéndole que nada había cambiado.

—¡Entonces lo conoces! —exclamó la actriz—. Pues qué sorpresa porque no parece tu tipo. Debería despedir a su peluquero. El look natural no se lleva nada —añadió, inclinándose para recoger su vestido del suelo—. ¿Y cómo ha entrado aquí? ¿Nadie lo ha visto?

Nada mataba el deseo más rápido que los celos de una mujer, pensó Jungkook, lamentando el impulso que lo había hecho invitarla a su casa. La lengua de aquella chica era tan afilada como los huesos de sus costillas.

—No lo sé.

—¿Y bien? ¿No vas a echarlo de aquí?

Él estudió al joven que estaba en su cama, notando el rubor en sus mejillas y el brillo acusador en sus ojos.

Pero le devolvió una mirada cargada de sus propias acusaciones. El ambiente estaba tan cargado de tensión que los dos olvidaron que había una tercera persona en el dormitorio hasta que golpeó el suelo con el pie.

—¡Jungkook!

—No —dijo él—. No voy a echarlo de aquí.

No era el momento que él hubiera escogido, pero ahora que estaba allí no tenía intención de dejarlo escapar.

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