Capítulo 18

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Jungkook se dejó caer sobre una silla con un suspiro de resignación. La experiencia le decía que iba a ser una larga espera. El tiempo que Hoseok tardaba en arreglarse era una de las cosas que lo habían vuelto loco.

Al principio no, claro. Cuando se conocieron se quedó encantado por lo natural que era. Entonces no quería apartarse de él y estaban juntos incluso en el cuarto de baño, haciendo el amor, tocándose a todas horas...

Era adicto a él y tan afectuoso que lo había dejado sorprendido. Acostumbrado a personas que se protegían a sí mismos o adoptaban cierto comportamiento, nunca había conocido a nadie tan libre con sus emociones como Hoseok, tan directo y honesto como la fruta que crecía en la granja de sus padres.

O eso había pensado.

Todo cambió el día que volvieron a Seúl. De repente, Hoseok se había convertido en una de esas personas a las que tan bien conocía: obsesionados con su aspecto físico. Era como si se hubiera convertido en otra persona. Se pasaba el día en salones de belleza o devorando revistas del corazón, buscando las fotografías que publicaban de él.

Jungkook era incapaz de entender lo que le pasaba por la cabeza. ¿Había hecho un papel con objeto de atraparlo para luego mostrar su verdadera naturaleza o casarse con un multimillonario lo había cambiado por completo? Después de todo, hasta que se casó con él Hoseok no había tenido dinero para comprar ropa de diseño o carísimos productos de belleza.

Y, sin embargo, durante los últimos dos días no le había dado la menor importancia a su aspecto.

Quién hubiera dicho que cada persona era un gran misterio no había exagerado, pensó, estirando las piernas. Pero cuando miró al niño sintió una ola de emoción que lo sobrecogió.

Solo, abandonado, con una persona que lo había utilizado como un peón...

Decidido a no seguir por ese camino, Jungkook sacó su teléfono para distraerse con el trabajo. Pero poco después Hoseok apareció en la puerta del vestidor, que conectaba con el baño y el dormitorio, y volvió a guardar la agenda electrónica en el bolsillo.

—Qué rápido —murmuró, percatandose de que se había dejado el pelo mojado y que el único maquillaje que llevaba era un poco de brillo en los labios—. Pensé que tendría que esperar una hora.

—¿Para qué? Ya no tengo que impresionarte.

—¿Eso es lo que solías hacer?

—Quería estar guapo para ti —dijo Hoseok, poniéndose colorado.

Jungkook se dio cuenta de que la única concesión que había hecho en su atuendo, una camisa de color verde y unos sencillos pantalones de algodón, eran un par de zapatos sencillos y comodos.

—Antes nunca usabas pantalones.

—Son más cómodos —dijo él—. ¿Eso es un problema?

—No, claro que no —suspiró Jungkook. Tenían problemas mucho más serios—. ¿Estás listo? Alyssa ha puesto la mesa en la terraza.

Hoseok miró a Jimin, como deseando que despertase y lo salvara de cenar con él.

¿Estaba preguntándose si era hijo suyo o había algo más?

—Estoy listo —murmuró por fin.

Lo decía como si estuviera frente a un pelotón de fusilamiento. Su comportamiento era tan diferente al de la última vez que estuvieron allí, que Jungkook quería sacudirlo por los hombros y exigir una explicación.

Pero la experiencia le había enseñado cuándo hablar y cuándo permanecer callado y decidió hacer esto último, su expresión neutral mientras lo llevaba a la terraza.

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