Capítulo 21

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—Cuando Seokjin me llamó porque necesitaba un sitio en el que alojarse en Seúl pensé que me haría compañía y que podría darme consejos porque tenía mucho estilo...

—¿Por qué nunca me preguntaste si me gustaba lo que llevabas?

—¿Por qué no me lo dijiste tú?—se defendió Hoseok—. Durante nuestra luna de miel parecías estar loco por mí, pero cuando llegamos a casa... bueno, cambiaste por completo. Y tardé algún tiempo en darme cuenta de lo que estaba pasando.

—¿Y qué crees que estaba pasando?

—Era evidente, nuestra relación era estupenda cuando estábamos aquí de vacaciones, pero el día a día... bueno, fue entonces cuando aparecieron las grietas. Y me asusté. Me daba cuenta de que no me parecía nada a las personas con las que tú solías salir. Cada vez que teníamos que acudir a algún evento era una tortura para mí. Todo el mundo me miraba, todos me juzgaban.

Jungkook masculló una maldición.

—No es cierto.

—Sí lo es. Tú no te das cuenta porque no te importa lo que piense la gente, pero no eres muy tolerante con las debilidades de los demás. Una noche te supliqué que no me dejaras en un grupo de tus amistades y tú te limitaste a arrugar el ceño y decir que no pasaba nada. Tenías que hablar con alguien, así que me echaste a los lobos y dejaste que me devorasen.

—Hoseok...

—No tienes que decir nada. La verdad es que no tenías por qué llevarme de la mano todo el tiempo. Era patético, lo reconozco, pero cada vez que salíamos encontraba una nueva razón por la que no deberías haberte casado conmigo.

—¿Por qué nunca me dijiste nada?

—Estabas demasiado ocupado como para darte cuenta de lo que ocurría y empezabas a mostrarte irritable conmigo. Tu truco favorito era mirar el reloj mientras yo intentaba elegir qué me ponía cada noche, así que empecé a arreglarme cada vez más temprano... pero cuando por fin salía del vestidor tú estabas paseando de un lado a otro como un tigre enjaulado.

—Esperar no es mi fuerte.

—Ya me he dado cuenta —sonrió Hoseok—. Pero que tú estuvieras tan irritado hacía que yo me estresará más. Pasaba gran parte del día arreglándome y luego tú me mirabas con cara de impaciencia...

—No porque no me gustase lo que llevabas puesto —se defendió Jungkook—. Seguramente pensaría que habías cambiado mucho. Cuando te conocí ibas en vaqueros, eras directo y no tenías vanidad alguna.

—¡Porque nunca había tenido que acudir a una cena benéfica llena de millonarios! Lo más importante del calendario para mí eran las fiestas del pueblo.

Jungkook se pasó una mano por el pelo, dejando escapar un suspiro de frustración.

—¡Estaba intentando halagarte, Hoseok! ¿Es que nunca te han hecho un halago?

Sorprendido por su tono, lo miró, confuso.

—Pero has dicho... yo pensé... pensé que te molestaba mi vanidad.

—No, lo que quería decir es que no tenías que pasar horas delante del espejo. Me gustabas tal y como eras el día que te conocí.

—Pero entonces estaba trabajando en la granja. Llegaste con un traje italiano para hablar de negocios y yo llevaba unos pantalones cortos y una camiseta que era de mi padre, pero que se había encogido en la lavadora.

—No recuerdo los pantalones cortos —sonrió Jungkook—, pero sí recuerdo tus piernas. Y tu sonrisa. Y lo dulce que me pareciste ese día. Recuerdo que pensé: lo quiero en mi cama, lo quiero cuidando de nuestros hijos. Y decidí en ese momento que quería despertar cada día viendo esa sonrisa de corazón tuya. ¿Por qué crees que me quedé dos días en el pueblo? Tenía que haber sido una reunión de una hora.

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