10: "¿No que era muy fácil, nena?"

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25 de septiembre del 2018.

Sebastián Henderson.

Me gustaba molestarla, me gustaba enojarla, y me gustaba que hubiera aceptado el trabajo. En el fondo es un reto que acepto. Pero no entendía de donde vino lo que le había dicho. Noté en su mirada, que se quedó pensándolo y puede que hasta quisiera echarse para atrás, no obstante, esto último lo encontraba muy poco probable, ya que por lo poco que la conozco sé que no se deja intimidar por mí. Y si la intimido, lo disimula muy bien.

Sí, realmente pienso que fue un error que lo haya aceptado, pero no porque me molestara que trabajara conmigo cuando en mi vida he necesitado ayuda, si no que tenía el presentimiento de que alguien iba a salir herido en el camino y estaba dispuesto a hacer de todo para que ese no fuera yo.

El problema es que tampoco la quería herir, porque me daba cuenta lo buena chica que es.

Aun así, me divertía tratando con ella. Verla toda temerosa frente a la gran variedad de especias y su valentía contra mí era un espectáculo que me entretenía.

Ahora se encontraba sentada en un taburete y en frente suyo había varios pocillos con diferentes condimentos, sin sus nombres, sin ninguna información. Eran alrededor de veinte especias que le daría para que logre reconocerlas, ya que esto es algo importante al momento de cocinar.

—Sebastián —murmuró insegura. Aún no me acostumbraba bien al impacto que tenía en mí oírla decir mi nombre. Era una sensación de calidez, pero a la vez me prendía y eso no estaba bien.

Tampoco estaba bien que me dieran ganas de besarla cada vez que hablaba tonterías.

—Dime nena —saqué unas cucharitas especiales y las puse en cada uno de los potes pequeños.

—¿No crees que son muchas? —dijo un poco más fuerte que recién. Alcé una ceja y mi vista se dirigió hacia ella. ¿Tan rápido se acobardó?

—Victoria, no te puse ni la mitad de los condimentos que hay allá. Mínimo que reconozcas estas, ¿no crees? —me crucé de brazos y la chica hizo un mohín con sus labios que intentó pasar desapercibido, no obstante, si lo distinguí.

—Está bien —comentó como si de una pequeña a la que acaban de regañar se tratara.

—Perfecto —me apoyé en el mesón de detrás mío—. Comenzarás a probar por esa —apunté el pequeño bowl que contenía uno de los más fáciles.

Ella se llevó la cuchara a la boca, y por unos segundos cerró los ojos para degustar mejor. Sus pestañas rozaban sus pómulos levemente sonrojados y sus labios cubrieron el cubierto. Mi mente se imaginó varios escenarios en los que ella podría usar esos lindos labios en otras cosas, sin embargo, me obligué a concentrarme, porque aquello no estaba bien. Nos odiamos, es imposible. Intenté pensar en algo diferente, ya que no estaba dispuesto a tener una erección frente a Victoria.

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