04: "Familia Henderson"

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23 de septiembre del 2018

Sebastián Henderson.

—Hola bonito —Lucía me besó la mejilla, agarrándome desprevenido y se sentó frente a mí, quitándose los lentes de sol.

—Hola Lu —dije, volviendo la mirada a mi computador y de inmediato, escuché como la chica chasqueó la lengua.

—Al parecer alguien está obsesionándose con su trabajo —tarareó como broma, no obstante, sabía que eso lo hacía para que no me lo tomara a mal. Suspiré cerrando la laptop para prestarle la atención que requería estar con ella y al mirarla, le sonreí por unos segundos.

—Solo estaba viendo que preparaciones quedarían mejor para la boda de mi hermana —le conté, desabrochándome los primeros botones de la camisa, para alivianar la tensión que sentía al no tener ni la menor idea de que podría poner en el menú. Mi mejor amiga, al notarme de esa manera, rodó los ojos y con la mano llamó al mesero.

Al acercarse, la chica le sonrió amablemente, haciendo que él se la devolviera.

—¿Puedes traernos dos Martinis secos, por favor? —el chico asintió, yéndose a la barra, en cambio yo la seguía mirando con una ceja levantada. Sabía que Lucía no se llevaba muy bien con el alcohol, por eso mi mejor amiga intentaba evitarlo a toda costa—. ¿Qué?, necesitamos beber y relajarnos. Además, es solo un Martini seco.

—Como digas, Lu, solo espero no tener que llevarte a tu casa ebria —me sacó la lengua infantilmente, a lo que sonreí cariñosamente.

Entre todos mis amigos y conocidos, con la única que me puedo desenvolver totalmente y ser un poco más cariñoso de lo que alguna vez lo he sido, es con Lucía, es por esto mismo que muchos suponen que tenemos una relación diferente a la amistad.

Si tuviera que contar las veces que recibí un comentario diciendo que mi mejor amiga y yo seríamos una excelente pareja, tardaría años, pero mi respuesta siempre es la misma: no creo que funcionaría.

Cuando la conocí, a los catorce años, fue por un pequeño acto de valentía que tuve hacia unos chicos que nos molestaban a ambos y que, en ese momento, la defendí hasta el punto de que nuestros compañeros ya nos estaban casando desde pequeños. En aquellos tiempos, Lucía era muy tímida y como yo, también lo era, nos entendimos rápidamente lo que nos ayudó a hacernos amigos.

—Lu, ¿recuerdas cuando nos conocimos? —cuestioné, agradeciéndole al mesero cuando llegó con nuestros tragos. Ella se sonrojó apenada, soltando una carcajada escandalosa.

—¿Recuerdas cuando dijiste que comenzarías a ir al gimnasio porque ninguna chica se fijaba en ti? —se rio, avergonzándome ahora a mí.

—Claro y sigo agradeciendo haberlo hecho.

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