Extra II - Una navidad especial

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Siete años después.

Victoria Henderson.

—Chicos, acuérdense que me prometieron que se comportarían en casa de la abuela —les dije por el retrovisor a los tres—. Jason, nada de hacer travesuras. Harper, nada de pelear con Genesis y Peyton, nada de hacer equipo con los gemelos para robar galletas.

—Mamá, ¿estará Max? —cuestionó Jason jugando con el cinturón de su silla de auto.

—Max me cae bien —murmuró Harper, sonriente.

—A mí me parece lindo —suspiró Peyton, ilusionada, por lo que, me reí, negando.

—Ni que te escuche tu padre, Pey, lo matará —ella me miró, asustada.

—¡No quiero que se muera! —chilló, pero, luego se calmó pensativa—. Bueno... tal vez si se muere lo podré revivir con un beso, como en las películas.

—Iugh —soltó mi hijo, asqueado—. Mi amigo no hará eso.

—También es mi amigo —comentó a la defensiva la chica. Harper iba tranquila observando su pequeña discusión, mientras cabeceaba cerrando sus ojitos. De los tres ella siempre ha sido así.

—Pero, él no te quiere besar.

—Pero...

—Ya basta —corté a Peyton, quien me miró cruzándose de brazos—. Todavía son muy pequeños para besarse con personas.

—Papá dice que para el amor no hay edad —Harper habló con un bostezo.

—Pues para ustedes si hay edad y será mínimo a los trece.

—¿Entonces puedo darle un beso a Max a los trece? —rodé los ojos, negando.

—Si él no quiere no lo puedes obligar, amor.

—¡Él si quiere!

—¡No quiere! —contraatacó Jason, jalándole una de sus trenzas.

—¡Mamá! —su hermana menor comenzó a lloriquear sobando su cabeza y la mayor, se tapó lo oídos, haciendo una mueca.

—¡Jason, no puedes hacerle eso a tu hermana! —me estacioné frente a la mansión de los Henderson y bajé a ver a Peyton—. Déjame...

—¿Ya llegamos, mamá? —la melliza de Jason miró por la ventana—. ¿Puedo bajar?

—Debes mirar la calle, cariño —ella asintió, quitándose el cinturón de seguridad. Al menos para tener seis años si es más cuidadosa con todo, no como...—. ¡Jason, no corras en la calle! —mi corazón latió frenéticamente al ver que Jason ni siquiera miró al cruzar, sin embargo, respiré con tranquilidad, cuando visualicé al otro lado de la calle a mi esposo, quien caminaba hacia ellos.

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