Convenientemente amandote.

Capitulo 22.

Uso su fuerza de voluntad para seguir adelante con su vida, se prohibió llorar y pensar en José Luis.

Evitaba hablar de el con cualquier persona que sacará el a relucir, daba un sonrisa y desviaba el tema a otro, la noticia de su divorcio salió en las noticias y en la revista de corazón.

En esos dos meses se dedicó puramente a trabajar, decidió que por ahora no adoptaría no cuando todavía su espirito estaba casi por lo suelos con el corazón maltrecho.

Se refugió en su trabajo día y noche para así evitar pensar en todo y en las decisiones que hubo tomado; ahora estaba empacando sus cosas en dos maletas ya que se iba a unas minis vacaciones por el Caribe ella sola, su hermana le había insistido en que ella tomara un descanso para que retomará su vida.

Era más fácil decirlo que hacerlo, no estaba emocionada en lo absoluto pero la amenaza de su padre Aristóteles sobre posponer el contrato si ella no se tomaba un descanso y llegaba dentro de dos meses con nuevas ideas para nuevos proyectó la despediría, eso era chantaje, sabia que detrás de ello estaba confabulados Matamoros, Regina y su casi esposo Daniel.

Bufó molesta, lanzó la ropa sin acomodarla mientras en su interior refunfuñaba por eso dos.

La puerta de su habitación se abrió dejando ver a su hermana en un vestido sencillo, veraniego de color azul celeste, le dio una sonrisa nerviosa y ella rodó los ojos, ni que fuera lanzarse sobre su hermana aunque tenía ganas de decirle lo malvada que había sido en exigirle a su padre chantajearla.

Altagracia, no todo es trabajo y llorar con una copa de vino, es hora de empezar de cero.

Altagracia tomo lo necesario del escritorio de su cuarto, lo puso en su bolso, metió crema solar, toallas femeninas, maquillaje, aretes, collares y otras chucherías, todo dentro de una bolsa beis grande de victoria Secret.

— vele el lado positivo –volvió a decir Regina en un intento de apaciguar su mal humor– Puedes hacer bosquejos nuevos cuando te hayas tomado unos días libre su disfrutar del mal, sol y arena...

— oh vamos, sólo voy bajo amenazas de mi querido Padre y tu tonto casi esposo—refunfuño— eso es....

— Altagracia, es por tu bien —replico Regina— estas tan concentrada en tu trabajo que te olvidas de vivir... Eso no es bueno, hermanita.

Suspiro. Dejo las maletas a lado del sillón de la sala, dejándose caer en el suave y mullido sillón dejo caer la cabeza hacia atrás para mirar el techo.

— estudie para trabajar, quiero ser la mejor... —eso era verdad, pero lo hacía para no pensar en aquel hombre que una vez amo o ama, la verdad sólo quería tener su mente ocupada para evitar pensar en esos detalles de su vida–

— Daniel está preocupado por ti, no te ve como su cuñada si no como tu hermana y sólo quiere que puedas recuperar tu vida, tu felicidad, Altagracia –su hermana le acaricio la mejilla—ya no ríes...

¿Ya no reía? Y es que nunca se había parado a pensar en ello. Se había hundido en el trabajo con la intención de no pensar en la mal que se sentía y de ser esas mujeres que no fue capaz de salvar su matrimonio.

Le dio una media sonrisa forzada a su hermana para tranquilizarla, no quería que siguiera así de preocupado por ella.

— no es nada, es el trabajo que me tiene ocupada como para reír —se excusó— ¿a que hora viene Daniel?

Regina se la quedo viendo con una mirada indescifrable hasta después de unos segundos soltó un sonó suspiro.

— está por llegar –fue lo único que dijo– no tarde y....