Manos que Queman

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Baja de un salto hacia el edificio donde vive Noah, gruñe hastiado mientras camina por los pasillos que apestan a cigarrillos, alcohol y droga, ignora olímpicamente las miraditas de los pandilleros y las zorras que charlan o festejan en los rincones. Cuando divisa la puerta de madera, la patea con tal fuerza, que ésta cae en un ruido sordo, callando las risas de todos los demás.

–¡Noah, ¿dónde estas gato callejero?!

El pelinegro sale del baño que tiene en su habitación, sus ojos cansados se abren incrédulos apenas contempla el triste panorama de su puerta tirada en el suelo y, un furioso mutante de piel verde con los músculos rígidos, mostrando los dientes y sus ojos blancos sin pupilas, manchada bandada naranja bañada en mugre y sangre.

–Acaban de irse al caño los mejores siete días de mi vida.

–¿Siete días? ¡Te deje diez!

–La felicidad no se mide... ¡¿Qué le hiciste a mi puerta?!

–Eso no importa, dime qué hiciste lo que pedí que hicieras.

Murmuro con la voz contenida a nada de convertirse en colérico rugido. Akumura parpadeo un poco confundido, antes soltar un "ah" y sacar del bolsillo de su short un shuriken con un papel adherido a ella.

–A ver, dice 'Necesito a los cinco Zorros Plateados más veloces y ágiles que tengas'... Esta cosa llego volando desde quién sabe donde hasta aquí, casi cortándome la oreja. Y si, tu recado fue escuchado, ahora ¿porqué no te calmas mientras yo salgo para llamar a mis subordinados? Espera aquí.

El joven lo rodeo tomando una distancia de al menos un metro, antes de salir del umbral, aparentemente el sueño ya había abandonado su sistema. Miguel Ángel quedo allí parado, soltó un suspiro buscando temple, se sentía frustrado por la tuerca suelta que Baxter provoco a sus planes. Necesitaba urgentemente volverse humano antes del próximo sábado, pero este tropiezo tiene que ser corregido y ahora se ve obligado a modificar su bien estructurado esquema de vida.

«No es culpa de Noah»

Lanza una retadora mirada a los chismosos que se amontonaron para verlo como exhibición de circo.

–¿Ustedes que miran?

Y pronto, ya no había ni un alma a su alrededor.

–¡Oe!¡Ángel, ven afuera!–, se escucho el grito y quizá por mera curiosidad, la tortuga se acerco a la ventana para ver al de hebras azabaches con los brazos agitandose a los lados, algo que le recordó a quienes hacen señas para aterrizar los aviones. Alzo una ceja, ira e incredulidad mezcladas en su mente.

–¿Qué haces?

–Baja aquí. Estos son mis subordinados–, dibuja una sonrisa señalando a cinco personas con la característica máscara de zorro.

–Me refiero a los gritos y tu estúpido intento de aleteo, ¿sabes que estoy en el segundo piso, verdad?–, hablo tranquilamente la tortuga sabiendo que no necesitaba levantar la voz para que Akumura lo escuchara con claridad.

El pelinegro rasco la parte posterior de su cabeza, dándole la razón a la tortuga. Miguel Ángel se trago la carcajada preguntándose cómo un adulto idiota como ese hombre ingenuo de 23 años podría liderar semejante rama de pandilleros callejeros.

¡El sujeto se ponía pupilentes rojos solo para sentirse mejor consigo mismo, por amor del cielo!

–Oye, mira esto. Ella es Asly, mi mejor amiga y la persona más veloz del clan.

La joven solo atino a alzar la mano, a modo de saludo. Miguel Ángel la analizo, su complexión delgada y pose refinada, entonces dibujo una sonrisa lobuna mientras se aproximaba a ella, pocos centímetros de aquella máscara plateada en forma de zorro.

Resultados Inesperados: El Ángel Caído[TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora