Emboscada e Incendio

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Muchos meses después....

Una noche normal en New York. Las luces neones de la ciudad compitiendo contra las estrellas del cielo, el melodioso sonido de los claxon de cada coche pitando en las calles, borrachos silbando a jovencitas en las esquinas y la música de los antros y bares impidiéndole a la gente dormitar siquiera un poco.

Si, una noche hermosa.

Miguel Angel se balanceaba en los tejados, complicados saltos y rabietas, trucos en el aire hasta llegar a los barrios bajos. Sonriente llego al suelo, una banda de jóvenes con bates de béisbol, navajas, palos de hierro oxidado, algunos con cigarrillos en sus labios, le miraron inquisitivos y amenazantes, antes de reconocerlo y abrirle paso sin quitarle la mirada de encima, no había odio, solo curiosidad o desconfianza.

No los culpaba.

Entro a la fachada de un viejo edificio de dos plantas, ventanas rotas, reemplazadas por tablones de madera, grafitti obseno en las paredes, un fuerte olor a orina emanando de las esquinas del cuarto. Camino campante las escaleras, cruzo los pasillos y llego a la puerta de madera mohosa con el letrero de 'no molestar' colgando en la perilla. Se alzo de hombros, azoto la puerta con los brazos extendidos y una sonrisa inocente.

–¡Buenaaaas!

El joven en la cama salto del susto, escondiendo por reflejo el celular en su mano. Con ojos anchos observo la entrada unos segundos, luego su mirada oscura se volvio apática, chisto la lengua y se acomodo en las cobijas.

–Vete al carajo.

–¿Viejooooo, vine a saludarte y así me recibes?

–Largate al infierno, Ángel caído.

–Pero de allí acabo de salir. No me puedes recibir así, vamos. Te tomas tu siesta de belleza en otros diez minutos y te dejo en paz toda la semana.

Miguel Ángel se recargo en el umbral, esperando respuesta, la cual no tardo en llegar.

–¿Los siete días?

–Los siete días.

Una vez más, hubo silencio.

–Suéltalo.

La tortuga extendió su sonrisa, acercándose a la cama del joven y sentándose en la orilla.

–¿Cuánta gasolina tienes?

–¿Qué te hace pensar que ten...?

–¿Cuántos?

–Unos cien litros.

Los quiero todos en el edificio abandonado de la Calle Milenio dentro de dos horas.

–¡¿QUÉ?!¡¿En dos horas?!

Iba a seguir replicando cuando una buena faja de billetes se puso en su cara. Desconfiado, Noah los tomo, los contó y chisto la lengua otra vez.

–Hecho.

–Te veo la proxima semana entonces.

Mikey se levanto de su sitio, camino a la salida a paso lento, sabiendo la pregunta que se había atorado en la garganta del muchacho.

–Oye.

–¿Hm?

–¿De dónde los sacaste?

–Pagaban buena plata por la cabeza mutada de Chris Bradford, al parecer tenía problemas con la mafia, no sé... Además, robe una cartera durante una pelea, no es mi culpa que al imbécil se le ocurriera traerla consigo.

Resultados Inesperados: El Ángel Caído[TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora