"Quien tiene ganas de luchar
Lucha
Lo deja todo
Y jamás se le ocurre mirar atrás"— Valentina Romanetti
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Miguel Ángel contempló a Francis con ojos entrecerrados, se erguió fuerte e imponente, sus brazos tensos y manos hechas puños que hicieron sus nudillos blancos. En el borde de su visión vislumbró una jaula hecha de un material transparente, sospechosamente similar al plástico. Vio dentro a sus hermanos mallugados, cansados y heridos, mirándolo con recelo, sabio temor que sacudió su espalda en un escalofrío helado.
... El demonio se agazapa, en silencio espeluznante espera escondido en las sombras como un tigre...
–¡Llegaste!
Regresó la mirada al hombre, frunció el entrecejo al verle pulcramente vestido con el mismo traje negro de lino. Se veía igual al día que lo conoció, no le gustó.
Hay un suave zumbido en la parte posterior de su cráneo, débil alarma de un peligro que lo acecha desde algún lado. Quiere saltar a la batalla de inmediato, deslizar su cadena de la kusarigama alrededor del cuello ajeno y apretar, estrujar la cadena hasta oír el crujido de una vértebra cervical despedazarse. La punta de sus dedos cosquillean ansiosos ante la idea de ahogamiento. Se lame los labios con alegría, pero recuerda al instante que sus hermanos están aquí y mira hacia ellos en puro reflejo. Se arrepiente.
Miradas de terror, ira y desconfianza aguijonean su pecho. Hay un sentimiento extraño palpitando, es desagradable y no le gusta, pero finge que no está allí.
–¿Porqué no me llevaste contigo? Me haces sentir ofendido cuando trajiste a ese montón de inútiles y me dejaste atrás.
Sabiendo que daría la primera pista a uno de sus mas grandes secretos se atrevió a caminar entre los vidrios rotos esparcidos a su alrededor, sonriendo con ojos oscurecidos.
... Y una llama dentro de él flaqueó, parpadeo como una vela asustada, temiendo de mostrarse como era en realidad frente a aquellos que mas amaba y sabiendo que nunca lo podrían aceptar...
Francis lo observo con emoción rozando lo infantil a pesar de ser un adulto, un atisbo de locura enferma en su mirada oliva. Sus hermanos contemplaron aterrorizados cómo los trozos se incrustaban partiendo la piel, huellas de sangre pintando el suelo y ni un guiño de dolor en el rostro de Miguel Ángel.
–¡Oh pequeño Lucifer!¿Estás celoso? Es demasiado obvio que sí te traía solo a tí no pasarían ni dos minutos para que este edificio explotara en llamas, como lo hiciste con el de Destructor. Todos saben que defiendes tus pertenencias, cuando tus juguetes favoritos se fuerom te molestó sin duda, pero sí ellos están aquí, limita tus movimientos, ¿no es así?
Esta bien, el tipo era listo. La sola presencia de alguno de sus hermanos siempre restringió en gran medida sus acciones; no matar, no huir a los barrios bajos, evitar crear masacres, fingir dolor, mantener un comportamiento nada acorde a su realidad, actuar con torpeza. Apretó la mandíbula conforme más y más reglas llegaban como una avalancha a su mente.
«Carajo»
Pero ahora no era uno. Sus tres hermanos estaban encerrados en una jaula de quien-sabe-qué impidiéndoles escapar, lo que a su vez a él le prohibía por defecto reventar el maldito edificio de nueve plantas hasta volverlo cenizas. Gruño por lo bajo al entender que fue dejado atrás con el único propósito de divertir a Francis al verlo arrastrarse hacia él por propia voluntad.
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Resultados Inesperados: El Ángel Caído[TERMINADA]
Fiksi PenggemarPara sus hermanos, Miguel Ángel es diversión, es alegría, júbilo, emoción en potencia, inocencia, ingenuidad, una mole de eterna juventud aventurera. Pero fuera, en las calles de los barrios bajos, las pandillas hablan de una silueta de sonrisa amab...