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La opinión de una niña de ocho años puede ser muy cruel. Cuando Ella entró a mi habitación y vio el rosa de mis paredes, dijo que era el lugar más ridículo que había estado en su corta vida. No podía estar más de acuerdo con ella.

Dejó su morral en la entrada y corrió hacia mi cama.

—¡Yo quiero está!— exclamó mientras daba brincos sobre el colchón.

—no, Ella. Esta es mi cama. La tuya es aquella— Ella le echó un vistazo a la camita que habíamos dispuesto en el otro extremo del cuarto. Frunció las cejas.

—es una porquería. Quiero estar.

—no

—¡Si!— se cruzó de brazos e infló las mejillas.

— dije que no. Bajate de mi cma. La estás ensuciando con tus zapatos.

—uhg... Creo que pisé Kaká de perro.

—¡¿Que?!— me lancé hacia la cama y Ella se bajó de un salto. Pensé que estaba jugando, pero la maldita sí había pisado desecho de perro.

—¡Wow! ¡Que bonita muñeca! Puedo jugar con ella?

—no. Sueltala. Puedes romperla. Jennie me la dio y es especial para mí.

—mmm...—Ella me tendió la muñeca— lo siento.

—no importa. Solo ten...

—¡Bruta!— soltó una carcajada y salió a toda  velocidad del cuarto, llevándose a la pobrecita de Esperanza.

—¡Regresa aquí!— grité

La perseguí por todo el corredor hasta las escaleras. Ella las bajo de dos en dos con una facilidad digna de cualquier atleta. Se detuvo en el primer escalón y me sacó la lengua. La sangre comenzaba a hervirme dentro de las venas. Bajé corriendo y con el peligro de resbalar y estamparme la cabeza en los afilados bordes de los escalones. Ella correteo a la sala sin para de reír. Me tiré sobre el sillón, intentando atraparla. Ella me esquivó y corrió a la cocina.

—¡Ella Gross! ¡Alto! ¡Dame esa muñeca!

—¡No!

—¡Ella...!

—¡No!

—que es todo ese griterío?— preguntó Monserrat, recién saliendo de la ducha con su vestido de flores— no jueguen por aquí. Se van a lastimar.

— me robó la muñeca— protesté, cubriendo la salida de la cocina. La pequeña no iba a escapar sin devolverme esa muñeca.

Monserrat arqueó las cejas.

—solo es una muñeca— dijo con la inocencia pura de una madre primeriza. Me hizo a un lado y se acercó a Ella quien se protegía detrás de la barra para desayunar— Ella no le hará daño, verdad?

—nuu. Es una muñequita muy bonita. Yo solo quería verla un ratito, pero Lisa me la quería quitar.

—ohh, no te preocupes. Lisa te la presta.

— no es cierto. Devuelvemela. Si la sueltas se puede romper. Es de porcelana.

— no la soltaré

—ya, ya— Monserrat le dio un amplio abrazo a Ella y fingió una absoluta inocencia.

Subí con la niña de regreso a nuestra habitación. Ella saco de su morral su libro para colorear y una cajita de colores. Se acostó a medio cuarto y dio rienda suelta a sus mediocres habilidades con la pintura. Yo estaba asqueada por las manchas de popó de perro sobre mi edredón azul y las baje al cuarto de lavado. Iba a dejarlas allí hasta que tuviera la suficiente fuerza como para lavarlas. Cuando volví, Ella ya no estaba. Se había llevado la muñeca, el libro y los colores.

•°𝑻𝒂𝒏𝒈𝒍𝒆𝒅°•  JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora