Capítulo#23

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Anna

—Amor, date prisa quiero llegar rápido

El grito de Gabriel desde la planta baja se escuchó en toda la habitación haciendo que cada parte de mi ser se retorciera inconscientemente mientras observaba mi perfil reflejado en el enorme espejo de la cómoda. Peiné la peluca que cubría mi cabeza y me coloqué los lentes que Gabriel había escogido para mí. Increíblemente pude convencerlo para dejarme salir con él a comprar alimentos en una pequeña tiendecita que está a pocas calles de allí —Sea donde sea aquel lugar en el que estaba—Al principio, claro que se negó. Pero por fin, anoche había cedido ante mi petición de acompañarlo con la condición de que escondiera mi imagen.

El cabello rubio, los ojos color verde y el excesivo maquillaje era algo que simplemente me resultaba desagradable a la vista, sin embargo, fue otro de los precios a pagar. Cada mese fingiendo, reprimiendo mis ganas de llorar, cada semana escudándome tras una máscara falsa de felicidad y cada días refugiándome en palabras vacías y “te amos” sin sentido. Fue un precio a pagar. Todo para conseguir una oportunidad o amenos una esperanza de poder salir de aquí.

— ¿Aun te falta mucho?—Otro grito, pero esta vez algo más impaciente hiso acto de presencia—Si no te sientes bien puedo ir yo solo y vamos juntos otro día.

Mi pulso se aceleró

—Solo dame diez minutos amor ya casi estoy lista

Contesté mientras corría hacia el otro lado de la habitación. Me acerqué  a la cama donde muchas veces habíamos  hecho el amor. Un suspiro ahogado se instaló  en mi garganta como un huésped no deseado a la vez que las ganas de llorar llegaban y las lágrimas amenazaban con nublar mi visión.

Debo ser fuerte

Me repetí a mí misma en un desesperado intento por conservar la poca calma que me quedaba. Me arrodillé, metí la mano en el pequeño orificio que tenía  el colchón y que yo misma había echo hace algunas semanas atrás, y al sentir el frio del metal entrar en contacto con mi piel cerré la mano y agarré con fuerza, sacándola de su improvisado escondite. La navaja suiza de Gabriel que había  encontrado  hace días en uno de los cajones de la cocina y había  mantenido escondida todo ese tiempo en espera de aquel día.

Rápidamente metí el arma dentro de mi sujetador y bajé las escaleras rumbo a la puerta principal donde el pelirrojo me esperaba recostado al marco. Estaba tenso, eso no era buena señal.

—Tardaste mucho—Miró su reloj de mano con desconfianza

Me acerqué  hasta el dándole un pequeño beso

—Sí, la peluca estaba un poco rebelde

—Estás preciosa cariño—Se acercó a mi devolviéndome el beso y debía  contenerme para que no se notara el temblor en mi cuerpo—Aunque te prefiero natural. Con tu cabello castaño y tus ojos cafés.

Sonreí

—Solo será por unos minutos, no hay nada de qué preocuparse—Tomé su mano sin dejar de sonreír en ningún momento— ¿Ya nos vamos?

—Sigo creyendo que no es buena idea que me acompañes. Podrían reconocerte y…

— ¿Acaso no confías en mí? Es eso, ¿Crees que quiero huir de ti?

—No, claro que no amor

— ¿Sabes que es lo que más me duele?—Agaché la mirada y me concentré en todo lo que había  pasado en aquellos días, en cuanto extrañaba mi hogar, a mi familia a…Adam. Como resultado las lágrimas empezaron a brotar—Me duele que después de todas las pruebas que te he dado en estos meses aun dudes de mí y de mi amor. Eso me duele.

Tan Solo Una Mirada ( Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora