Capítulo #24

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Adam

Pisé el acelerador a fondo, las llantas del automóvil se movían sobre el pavimento a una velocidad que daba miedo. Mis manos sudaban sobre el volante y mi mente no paraba de pensarla una y otra vez, en un ciclo de tortura sin fin. Gire a la derecha, saltándome varios semáforos a mi paso. Lejanamente se podía escuchar las bocinas de los automóviles rugir con fuerza mientras los transeúntes corrían hacia las aceras. El sonido de mi corazón desenfrenado martillando contra el pecho me paralizaba. No veía, no pensaba, no escuchaba, todo era rojo.

Todo era Ella…

La hemos encontrado, hemos encontrado a su mujer

Se repetía en mi cabeza una y otra vez. Por fin la espera había dado sus frutos, por fin la tenían. Ella estaba con vida, estaba bien. Ahora solo debía sacarla de aquel maldito infierno en el que había vivido y traerla de nuevo a mi lado. El lugar de donde nunca debió haberse alejado.

El desgastado edificio con  el cartel de “Pólice” me recibió desde lo lejos. La enorme obra pintada con un espantoso color gris ya decadente estaba plagada de patrullas y oficiales uniformados encabezados por el mayor Suarez. Estacioné el auto y me encaminé hacia ellos a un paso firme. Si iban a rescatar a mi mujer yo debía ir con ellos

—Iré con ustedes—Exigí cuando estuve a escasos centímetros de el oficial—Quiero rescatar a mi mujer

—Será un operativo difícil es mejor que se quede en casa y espere que le avisemos

— ¡Y una mierda!—Grité sin poder contener el enojo—Ni usted ni nadie me dirá que hacer, y mucho menos cuando se trata de mi mujer. Voy a ir a buscarla, aunque sea lo último que haga

—Le ruego que se calme, déjeme hacer mi trabajo y no se interponga en medio de una operación policial

—Acaso no me ha oído—Bramé—Dije que iré y si usted no quiere llevarme subiré a mi auto y conduciré hasta donde sea, con o sin su consentimiento

—Sabe que esto cuenta como desacato a la autoridad

— ¿Quiere arrestarme?—Estiré las manos hacia él—Adelante, hágalo. Pero después que halla rescatado a mi chica

—Podríamos estar perdiendo minutos muy valiosos para la víctima

—Porque usted quiere

Suarez arrugo la nariz y repasándome con sus ojos cafés gritó:
— ¡Domínguez!

Rápidamente un policía uniformado aparecía frente a nosotros y después de dedicarle un saludo militar a su superior habló— ¡¿Qué necesita señor?!

Tantos gritos me estaban dando dolor de cabeza

—Dele un chaleco y un arma a este hombre—Me  apuntó con el dedo—Sabes tirar con arma ¿verdad?

Asentí con firmeza. Había aprendido hace diez años atrás en casa de unos parientes lejanos, según ellos saber defenderse era algo imprescindible para poder proteger a los que amas del peligro

—Bien—Respondió cortante— ¿Aun sigues aquí?—  volviendo la vista hacia su subordinado quien no se había movido de su sitio gritó— ¡Acaso están esperando una maldita invitación! Quiero a todos en los autos ¡AHORA!

— ¡Si señor!—Respondió y salió corriendo a toda prisa

—Tú—Volvió a señalarme—ven conmigo.

Sin decir palabra lo seguí hasta la patrulla acomodándome en el asiento de copiloto, a mi lado el policía arrugo la nariz justo antes de pizar el acelerador a fondo poniéndonos en marcha. Detrás de nosotros cinco patrullas nos seguían haciendo que el estrepitoso aullido de las sirenas aumentara el dolor en mi cabeza.

Tan Solo Una Mirada ( Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora