Capítulo #5

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— ¿Te alegras de verme, preciosa?

Me congelé por completo, mis pies se clavaron en el suelo como dos estacas y mi nervio se hiso más que evidente. Sin poder evitarlo mis ojos recorrieron cada centímetro del hombre que estaba parado frente a mí. Vestido con un traje negro sin corbata y con la camisa abierta sobre su ancho tórax, el cabello azabache estaba algo revuelto pero aquello solo conseguía que se viera malditamente candente. Luché contra mí misma para no caer derretida en la puerta de mi propia casa. Había que admitirlo, por muy carbón y manipulador que fuera, Adam era un hombre que haría caer las bragas de una mujer con tan solo mirarla.

— ¿Tanto te gusta lo que ves?—Comentó con arrogancia sacándome del trance en el que estaba.

— ¿Qué demonios estás haciendo aquí?—Murmuré mirando hacia ambos lados, no quería que mis padres supieran de nuestra “Relación” si se le podía llamar así a lo que teníamos— ¿Acaso enloqueciste?

El pelinegro alzó sus manos en modo de defensa, dedicándome una de sus características sonrisitas.

—He, yo no tuve nada que ver—Se excusó—La invitación me la hiso tu padre, así que no me culpes.

—Y tú muy bien que pudiste rechazarla—Crucé ambos brazos sobre mi pecho—Piénsalo, ahora pudieras estar mirando alguna peli porno o algo así.

— Estar aquí y verte parada frente a mí con ese vestido es mil veces más excitante que cualquier escena erótica, además—Se inclinó hacia mí. De inmediato cada pequeña partecita de mi cuerpo se estremeció al sentir como su delicioso aroma, una mezcla de tabaco y menta alcanzaba mi nariz— Estaba ansioso por ver la reacción que pondrías al verme sentado en la mesa con tus padres.

Bufé molesta.

—Entonces solo lo haces para molestarme.

—Se podría decir que si, preciosa.

—Deja de llamarme preciosa.

— ¿Por qué, acaso no te gusta?

—No—Mentí
—Te estas sonrojando, Anna—Sus ojos brillaban divertidos—Eres una pésima mentirosa.

Yo y mi fantástica habilidad para encubrir las cosas, bien echo Anna, bien hecho.

Pensé para mis adentros mientras maldecía.

—Y bien, ¿No me invitas a pasar?—Dijo mirando por sobre mi hombro el interior de la casa.

—Claro que no me...

— ¡Adam! ¡Por fin estas aquí, muchacho!—El tono alegre de mi padre me impidió continuar, ¿Acaso podría tener peor suerte? mi padre se acercó a él y le dio un abrazo, ¿Ya eran así de cercanos?—Adelante, no te quedes en la puerta. Mi casa, es tu casa— La sonrisa en el rostro del pelinegro se ensanchó mientras pasaba por mi lado rumbo a la sala—Te presento a mi única hija, Anna—Me presentó y yo me vi obligada a fingir una sonrisa—Cariño, él es Adam Wood, el nuevo inversionista.

—De hecho señor, ya nos conocemos. —Habló Adam poniendo en alerta mis cinco sentidos.

— ¿A si?—Papá me miró y tomó asiento en el sofá verde manzana. Le hizo una seña al pelinegro para que también se sentara—No me habías dicho nada al respecto.

—Sí, es que… bueno—Comencé a balbucear.

¿Qué se suponía que debía decirle?

¡Hey, familia este es mi novio no novio! Pero tranquilos, no es nada formal, solo estoy cumpliendo con un contrato para que no tengamos que fregar pisos o comer de cupones por el resto de nuestras vidas.

Tan Solo Una Mirada ( Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora