capitulo #2

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Anna

Los cálidos rayos del sol se asomaban por mi ventana filtrándose a través de las enormes cortinas, mientras que el delicioso olor del desayuno anunciaba el comienzo de un nuevo día. Sintiendo el cuerpo pesado me levanté, rumbo al baño. Una ducha bien caliente era lo que necesitaba para poder recobrar fuerzas.

Agarré la toalla  y sin darle muchas vueltas crucé la puerta accediendo a la pequeña habitación forrada de baldosas blancas.

Me saqué el pijama de dormir y lo lancé al cesto de ropa sucia, me deslicé a la regadera y giré la llave dejando que el agua caliente escurriera por todos lados despojándome de cualquier rastro de cansancio. Froté el jabón por cada parte de mi cuerpo mientras tarareaba “Señorita” de Shaw Méndez y Camila Cabello.

—I Love it when you call me señorita— Canté restregando mis piernas— I wish I could pretend I did need ya—Apreté mi mano en un puño y lo alcé hasta mis labios fingiendo ser un micrófono—But every touch is ooh-la-la-la—Intenté sonar lo más parecido a Camila en esa parte. Pero, definitivamente, no lo había logrado—It´s true, la-la-la.

Extendí mi mano libre en busca de los productos para lavar mi cabello, sin embargo, ya no estaban en su sitio. Eso solo podía significar una sola cosa.

— ¡Mamá!—Chillé a viva voz.

— ¿Qué pasa?—Vociferó ella desde la planta baja.

Por la lejanía de su vos de seguro estaba en la cocina.

— ¿As visto mi champú sin sal?— Pregunté a gritos. — ¿Y mi acondicionador?— Ninguno de los dos productos estaba en el lugar en donde siempre los dejaba.

—Está debajo del lavamanos, en una de las gavetas.

Suspiré ruidosamente, corrí las cortinas y salí de la regadera con el cabello goteando por todas partes.
Abrí el cajón.

— ¡Mamá!—Volví a llamarla— ¡No está aquí!

Odiaba que mi madre tocara todas mis cosas, al final, en vez de organizar, terminaba cambiando todo de su sitio y como consecuencia nunca era capaz de encontrar nada en mi habitación.

—Busca bien, Anna. Los dejé allí ayer en la madrugada—Respondió ella.

Revolví la gaveta entera hasta que por fin vi los pequeños frascos detrás del botiquín de primeros auxilios. Palmee mi frente y negué repetidas veces, solo a mi queridísima madre se le ocurriría poner los botes de champú detrás de un botiquín.

Agarré los frascos y me metí con ellos nuevamente en la regadera. Por fin podría terminar de una maldita vez mi baño.No sabía cómo, pero, en menos de diez minutos ya estaba presentable, mi cabello por fin estaba limpio y mis cosas ya estaban preparadas. Y aún quedaban veinticinco minutos para desayunar. Bajé las escaleras trotando y entré en la isla deleitándome con el exquisito aroma del café recién hecho.

—La mitad del vecindario se enteró del tipo de champú que usas—Comentó mi padre proporcionándole pequeños sorbitos a su humeante taza de café. El cabello azabache con alguna que otra cerda blanca estaba perfectamente alisado hacia atrás, su particular traje gris de negocios estaba impecable como siempre, y su corbata negra hacía juego con sus zapatos recién lustrados.
Rodeé la mesa y me acerqué hasta él para besarlo.

Tan Solo Una Mirada ( Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora