capítulo #13

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Capítulo 13

Anna

Tres días eran un lapso de tiempo demasiado breve como para encontrar una solución. Por más que lo intentaba, todo parecía más y más complicado. En mi mente nada tenía sentido, podría huir o rehusarme, pero eso conllevaría a exponer a mi familia e incluso a Gabriel a un inminente peligro. ¿Acaso sería capaz de casarme con alguien a quien no amo? ¿Una persona para la cual las vidas humanas son peones de sacrificio funcionales a sus objetivos? La confusión me atormentaba, y por más vueltas que le daba al asunto las opciones se me agotaban poco a poco.

La noticia de que Gabriel había despertado y estaba fuera de peligro consiguió tranquilizarme. Al amanecer me preparé y fui a visitarlo. Caminaba por los pasillos del hospital directo a su habitación, mientras llevaba conmigo una pequeña cesta con algunas manzanas. Al entrar lo encontré profundamente dormido, sus pestañas descansando sobre sus párpados y su respiración era constante y serena. Coloqué la cesta de manzanas sobre la mesita con suma cautela, y me senté en una de las sillas junto a su cama mientras lo observaba dormir.

Una y otra vez me sentí jodidamente arrepentida, culpable por haber aceptado la estúpida propuesta de Adam. Tal vez si hubiera pensado mejor las consecuencias de mis actos, las personas que amo no estarían en grave peligro y quizás mi vida no se estaría derrumbando. Sin poder evitarlo, las lágrimas inundaron mis ojos; intenté contener el torrente de lágrimas, pero el caudal era tan intenso que se escurrían sobre mi mentón. Por primera vez me sentí sola y desprotegida, quería huir, gritar mi verdad, pero no había nadie que la escuchara. Emma me había traicionado y no podía hablarlo con mis padres, mucho menos con Gabriel. La situación me asfixiaba.

De pronto, unos brazos me rodearon en un abrazo cálido. Gabriel había despertado, apoyó mi cabeza en su pecho y me contuvo mientras acariciaba con suavidad mi cabello. Sus brazos me aferraron con fuerza, y fue en ese preciso momento que logré desahogarme. Rompí en llanto como nunca lo había hecho, eso era lo que realmente necesitaba. Alguien que me sostuviera para no quebrarme en pedazos. Alguien que me abrazara sin juzgar. Y el único capaz de hacerlo era él.

***

Habían transcurrido dos días. Gracias a los cuidados de mi madre y los míos, Gabriel fue dado de alta bajo custodia médica. Por mi parte no había dejado de asistir a la Universidad, los rumores sobre lo mío con Adam cesaron de esparcirse. Por cierto, el pelinegro había dejado de asistir a clases, ni siquiera me ha llamado y eso es algo que en verdad agradezco.

Los turnos de la mañana habían terminado más rápido de lo habitual, así que ya a las 10:00 am me encontraba en mi casa. Quería pasar el día durmiendo o leyendo algo en Wattpad, esas dos actividades eran las únicas capaces de distraerme al punto de no pensar en nada, y eso era exactamente lo que quería. Y digo “quería”, porque después de bañarme, ponerme una pijama cómoda, y agarrar mi celular para comenzar mi lectura, unos golpes en la ventana me interrumpieron.

Sabía lo que significaba eso. Me calcé mis pantuflas y bajé la escalera, abrí la puerta, y allí estaba: el chico que se suponía debía estar descansando sin mover ni un músculo.

—Vaya, parece que no te alegras de verme —. El pelirrojo estaba apoyado en el marco de mi puerta, quien lo viera así no creería que hasta hace unos días estaba en un hospital debatiéndose entre la vida y la muerte.

—¿Qué haces aquí? deberías estar reposando —. Me crucé de brazos con una expresión de desaprobación.

—Te extrañaba.

Awww... cosita bella

—No tienes remedio —resoplé, y lo deje entrar.

—Mira lo que he traído —dijo mientras depósito sobre la mesa seis paquetes de palomitas y un bote de Nutella.

¡Como amo a este chico por dios!

Me abalancé sobre él mientras besaba su rostro y le agradecía a gritos.

—Sé que me veo sexy y sano, pero aún estoy herido.

Retrocedí rápidamente y el río.

—Veamos una película. Mamá trabaja hasta tarde en el hospital, y papá tuvo que salir de la ciudad pero volverá mañana en la tarde —propuse, al mismo tiempo que devoraba la Nutella.

—¡Oye! no te comas todo tú sola.

—¡Es mi Nutella! ¡Nunca la tendrás! ¡Muajajaja! —.Amo mi risa malvada, ¿ustedes no?

—Conque esas tenemos—en un abrir y cerrar de ojos me arrebató el frasco y lo sostuvo a una altura considerable.

—¡Dame! —chillé—. ¡Joder, Gabriel! ¡Dame el maldito bote o…!

Se inclinó para quedar justo frente a mi rostro haciéndome sentir un pitufo.

—¿O qué? —. En ese momento de descuido agarré el frasco, introduje mis manos y esparsi un poco de la espesa mezcla en su rostro.

—O esto —dije mientras  reía y contemplaba victoriosa mi heroica gesta.

—Tú te lo buscaste —. Hundió sus dedos en la Nutella y untó un poco cerca de la comisura de mis labios para lamerlas—. Así aprenderás.

Me congelé, mis piernas temblaron y mi cara se puso completamente roja. Lo peor era que no podía dejar de mirar sus hermosos ojos verdes.

—Estás muy roja, ¿sabes? —. Esa frase me saco del trance en el que me encontraba, con rapidez me liberé de su agarre mientras maldecía por lo bajo.

—Eres un idiota.

—Lo sé , pero este idiota está enamorado de ti.

¿Ya ven lo que les digo? me derrite...

Acto seguido, acortó la pequeña distancia que nos separaba y agarró mi cintura por detrás, acercó su boca a mi oído y con suavidad susurró:

—Tengo hambre.

***

Ya era de mañana y Gabriel se había ido. Nada mas amaneció dijo que con mis ronquidos no había podido dormir.

¡Aclararé algo! ¡Yo no ronco, ¿OK?!

En realidad, había sido yo la que no había pegado ojo. Después de ver las pelis decidimos dormir, así que el pelirrojo atrajo mi cuerpo al suyo y abrazándolo con la excusa de que la película lo había impresionado; una mentira barata digamos, ya que Gabriel no se asustaba con películas de miedo; al contrario, eran sus favoritas. Así que después de tantos nervios y el corazón latiendo a mil, no pude dormir nada.

Bajé hasta la planta baja donde mamá se encontraba haciendo el desayuno. Mi padre había llegado más temprano de lo previsto, los negocios habían ido bastante bien.

Me disponía a tomar mi desayuno cuando escuché que mi madre me llamaba, con algo de frustración agarré una tostada y seguí su voz.

—Qué pasa mamá, estoy desayunando —había olvidado que hoy se vencía el plazo dado por Adam, quien se encontraba justo en frente de mí vistiendo un traje color azul marino que combinaba a la perfección con sus ojos y su hermoso cabello azabache 

¡Reacciona! ¡Deja de pensar que es lindo, joder! ¡te estás arruinando la puta vida!

Tanto mi madre como mi padre —quien no tardó mucho tiempo en percatarse que algo sucedía— quedaron pasmados al igual que yo.

Adam se había arrodillado y con un delicado movimiento, saco una pequeña cajita forrada en un hermoso rojo intenso, tomó una bocanada de aire y pronunció unas solemnes palabras:

—Ana Revenclof, ¿Aceptas casarte conmigo?










Tan Solo Una Mirada ( Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora