capítulo #10

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Capítulo 10

Anna

—Gabriel, ya no somos unos niños para hacer este tipo de juegos —. El pelirrojo aún cubría mi rostro con sus manos, y al escuchar mis palabras las retiró mientras maldecía.

—Anna, joder… ¿cómo es que siempre sabes que soy yo? —. Me encogí de hombros y con total serenidad aclaré: 
—Quizás será porque prácticamente nos criamos juntos, o por el hecho de que somos como hermanos. No sé, llámalo como quieras. Yo creo que es instinto.

En conclusión: sé hasta el color del bóxer que llevas, baby

—Hermanos... —repitió en un tono más bajo y con la mirada gacha, esbozando una débil sonrisa casi forzada, algo que en Gabriel no era nada natural y que yo rápidamente percibí.

—¿Qué pasa? ¿dije algo malo? —literal, es que a veces digo o hago cosas sin pensar, y las personas suelen malinterpretarme a tal punto que se enojan o deprimen. Apretó sus puños, alzó la mirada, pero cuando intentó soltar palabra fue interrumpido por una notificación de mensaje en su celular. Metió la mano en su bolsillo, agarró el mismo para después sonreír y decir:

—¿Quieres ir a una fiesta?

***

Podría haberme negado, pero Gabriel era más insistente que Emma. Incluso me amenazó, sí, como oyen. Empezó con la lista del "no más", o sea no más comprarme helado, no más sábados de películas y lo más doloroso: no más Nutella. Ok, podía soportar todo lo demás pero quedarme sin Nutella… ¡jamás! ¡nunca! ¡prefiero morir! Ok, exageraba, pero viniendo de Gabriel… si no aceptaba él cumpliría sus amenazas.

Me arreglé el cabello frente al espejo. Llevaba puesto un vestido de color morado claro con algunas lentejuelas y escote no tan pronunciado; zapatos de tacón no tan altos y unos pendientes a juego; además un poco de maquillaje no tan exagerado. Agarré otras cosas y bajé las escaleras, aún no habían regresado mis padres y los extrañaba tanto… la casa se sentía tan vacía sin ellos…

El teléfono de pared de la cocina sonó. Me dirigí a paso rápido y atendí la llamada.

—¿Hola? —dijo la voz a través del teléfono, la reconocí al instante.

—¡Mamá! —chillé de alegría.

—¡Cariño! ¡¿Cómo has estado?! tu papá y yo te extrañamos mucho —. Sus palabras transmitían algo de añoranza y eso que sólo habían transcurrido dos días.

—Estoy bien, mamá. También los extraño muchísimo… ¿Cómo está la tía? —pregunté curiosa.

—Está bien, te llamaba para que supieras que regresaremos pasado mañana —. Una sonrisa se dibujó en mi rostro.

—¡Genial! ¡pronto estarán de vuelta!

De repente se escuchó la voz de la tía Madison al otro lado del teléfono, estaba llamado a mi madre. Ella le respondió con un simple "ya voy", para después advertirme:

—Revisa que la estufa no quede encendida después de cocinar, y también recuerda no meter nada de metal en el microondas, adem…

—… ¡mamá! ¡Que ya no tengo 10 años, ya sé todo eso de memoria! te quiero, y no te preocupes que no incendiaré la casa —. Escuché una pequeña risa por su parte.

—Espero tener casa cuando regrese. Te quiero, hija —fueron sus últimas palabras antes de cortar la llamada.

Mi madre se preocupaba demasiado. Sólo incendié la casa una vez y fue hace mucho tiempo. Todo pasó porque metí una cacerola en el microondas por accidente, éste explotó y las chispas saltaron y prendieron fuego al mantel, pero de eso no paso: papá agarró una jarra con agua y logró apagar el incendio a tiempo. Desde ese día, mi madre me pide que mantenga distancia de la cocina.

Tan Solo Una Mirada ( Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora