EL CAPITÁN.

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Rayita.

No voy a decir que no quiero esto, mucho menos mientras tengo sus labios en mi cuello. Vaya forma de querer pasar la marea. Esto es como siempre imaginé que sería. Un Draco implacable. Que no le preocupe el mañana, como a mí.

Huele a sal, al mar que nos rodea y hace que todo vibre. No puede ser más romántico. Ha prendido un par de velas y el ambiente se carga de brisa de mar y sudor. Es la fantasía de cualquiera.

Mete su mano debajo de mi blusa. Y se lleva mi voluntad con cada rose. Es gentil cuando quiere. Sorprendente como puede llegar a complacerte. No cabemos muy bien en esta cama diminuta, pero terminaría haciéndolo en el suelo con él. Se ha cambiado, se ha puesto un traje de marino.

Es la tentación perfecta. Pero no lo quiero con ropa, lo quiero sin ella. Las sabanas nos tratan bien, no nos molestan ni nos estorban. Se apaga una vela con el viento y la otra apenas sobrevive llameando un poco. Ahora solo nos queda la tibia obscuridad. Y a ciegas, se siente todo mucho mejor.

Como sus manos, o sus labios, o la cercanía de sus caderas con las mías.

Cuando siento su intromisión en mí, todo se me retuerce por dentro.



Me incorporo desorientada. Todavía con vibraciones en mi entrepierna. Sudorosa.

—¡Draco! —me cubro la boca por que gemir su nombre en voz alta lo empeoraría todo.

Me quedo ubicándome, pensando en donde estoy. Ya está todo claro, ha amanecido. Pero no hay señal de él por ningún lado.

¿me habrá escuchado hablar dormida?

Aprieto mis piernas y un pequeño dolor me queda en el vientre. He manchado las sabanas.

—¡maldita sea!

No he hecho mis cuentas últimamente. Y de todos los días, tenía que ser hoy y ahora.

Por suerte he traído algo para eso. Aunque no para los cólicos.

En el pequeño baño hay un par de cubetas con agua. Me doy una ducha rápida y enjuago las sabanas. Por suerte, no ha sido mucho. Después de alistarme un poco, ahora sí, me pregunto dónde estará Malfoy.



Al salir el paisaje es increíble. Azul hasta donde la vista alcanza. Un mar imponente que llega a tocar el cielo. Y un sol que apenas empieza a colocarse encima de todo. Lo contrasta únicamente, un hombre doblado hacia la borda, sacando todo lo que se metió durante la cena.

—¡¿estas bien?! —está a varios metros de nuestro camarote. Él voltea y me ve de reojo, pero me hace señas para que no me acerque. Y yo con todo gusto le doy su espacio. Después de descansar tan bien. Ahora sí, tengo el ánimo de recorrer el lugar.

No me he subido a un barco tan grande nunca. Aunque tengo la idea de que he soñado con alguno una vez. Me sujeto muy bien del barandal de la orilla. Se siente extraño el movimiento repentino que causa el golpear de las olas.

Arriba, las velas están extendidas y ondeadas el frente. Sobre estas, una pequeña bandera se mueve con el viento, con la estampa de una corona de rosas. Se escucha el crujir de las cuerdas con el movimiento. Pero lo mejor de todo es el aire. La sal del mar me despeja los pulmones y siento como si pudiera respirar diez veces mejor.

Cierro los ojos y me quedo así un rato. Disfrutando del débil calor del sol. Uno muy distinto al de la ciudad. Incluso es extraño que exista algo así, estando tan al norte. Lo que uno se puede esperar es que haya un frio seco y ruin. Sin embargo, es distinto. Es un calor gentil.

PACTOS INESCRITOS {H.P, D.M. Y TU}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora