Capitulo 5

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Escucho un insoportable ruido cerca de mí. Oh, Dios mío.... Gruño abriendo los ojos poco a poco. Miro hacia la mesita de noche y tomo el teléfono. Son las seis y treinta de la madrugada. Y es lunes. Estoy comenzando a odiar los lunes. Apago la maldita alarma y regreso el teléfono a la mesa.

Miro a mi lado y veo a Steve completamente dormido con la cara enterrada entre las almohadas. Me encanta verlo tan tranquilo y relajado. Se nota que están tan cansado como yo. Ayer tuvimos una noche muy ajetreada y loca. Sin mencionar escalofriante.

Miro a mi alrededor sin poder creer donde me encuentro. Anoche nos mudamos precipitadamente aquí sin tiempo de nada. Tendré que adaptarme durante unos días que estaremos aquí. Esta habitación de paredes color salmón con enormes ventanas, gran armario y piso adornado con una alfombra gris, será nuestra habitación durante los próximos días.

Entierro mis dedos en el pelo de Steve y comienzo a despertarlo poco a poco. Por mucho que me guste verlo dormir y por mucho que me gustaría dejarlo descansar un poco más, ya es hora de despertarlo. El tiene que estar temprano en su empresa y yo tengo que estar temprano en la universidad.

El gruñe girándose sobre si hasta quedar frente a mi. En cuanto me ve, su cara s ilumina al instante.

—Buenos días, cariño. —Se incorpora en la cama y me da un pico cariñoso en los labios. —¿Despertaste bien? —Me mira de arriba abajo mi cuerpo desnudo.

Hago una mueca de disgusto.

—Ayer tuvimos una noche muy pesada. —Bostezo. —Me hubiera gustado tener mas tiempo para poder descansar.

El asiente.

—Igual yo. —Se frota los ojos con ambas manos y toma su teléfono de la mesita de noche. —¿Qué te apetece desayunar? —Observa su teléfono con el ceño fruncido.

Lo cierto es que mi estómago aun esta algo dormido y no tengo hambre. Aun asi, desayunare algo aquí antes de marcharme. En la universidad no me dará tiempo para nada.

Me quito las sabanas de encima y me levanto de la cama de un solo salto.

—Preparare unos wafles con huevos revueltos. —Me estiro de brazos y piernas. —¿Se te antoja?

El alza la mirada hacia mi.

—Me encantaría, cielo.

—Bien. —Camino hacia el armario y tomo mi bata. —Me pondré en ello.

Salgo de la habitación colocándome la bata blanca bajando las escaleras. Al llegar a la cocina, voy directa hacia el gigante refrigerador y lo abro de dos en dos. Saco todos los ingredientes necesarios y los coloco sobre la isleta de granito.

Ok Beth. Hora de preparar el desayuno.

—Cariño, ¿ya estas lista? —Steve entra al cuarto de baño guardándose el teléfono en el bolsillo de su pantalón.

Me coloco el brillo labial y me giro hacia el.

—Si, ya estoy lista. —Salgo del baño, entro a la habitación y tomo todas mis cosas. Miro la hora en la pantalla de mi teléfono. Son las siete y treinta. ¡Mierda! Solo tengo media hora para llegar a mi primera clase. —Steve, vámonos ya. Voy tarde. —Salgo de la habitación a la vez que el del baño. Corro hacia el. —¡Vamos!

Salimos del edificio camino hacia su empresa y mi universidad.

—Qué bueno que decidió acompañarnos esta mañana, señorita Thompson. —La profesora nazi me observa con una mirada desaprobatoria en los ojos. Se acomoda los lentes en el pue te de la nariz. —¿Acaso necesito recordarle que mi clase empieza a las ocho en punto?

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