—¿Qué? —exclamó Allison.—No creo que sea apropiado —se quejó James.
Bueno, si fuera contigo, en tu habitación, sí lo fuera ¿no?
—La señorita Collins está de acuerdo —la observé—, ¿cierto?
—Sí, Señor Steele —dijo observándome.
—Bueno, si ella está de acuerdo —habló James— no hay nada que hacer. Le diré a uno de los empleados que traíga sus maletas. La fiesta será a las ocho, no lleguen tarde.
Mi asistente y mi socio dieron media vuelta alejándose de nosotros. Entré a la cabaña, Elizabeth detrás de mí, ya sabía que en cualquier momento me pediría una explicación.
—¿Por qué quiere que me quedé aquí?
Y el momento era ese.
—Porque usted es mi escolta y tiene que estar conmigo en todo momento, y más ahora que no estamos en Seattle ¿no es así? —di media vuelta para observarla—. Además acabo de salvarla de amanecer en la cama de James.
—¿Lo dice por qué él es igual a usted? —dijo en tono acusador, se acercó un poco más.
—¿Igual a mí?
—Sí, usan sus encantos, palabras bonitas y todo lo que tengan a favor para que todas caigan a sus pies —bufó—. Creen que son los amos de todo sin importarles nadie más.
La observé, confundido ¿Su molestia era conmigo?
—Sí, así es —me acerqué más a ella, decidido a responder—. ¿Pero sabes qué? Yo no obligo a nadie a estar conmigo, ellas aceptan lo que yo ofrezco —observé sus labios que estaban a centímetros de los míos, cómo me gustaría probarlos—. ¿Y usted que prefería? ¿Quedarse con James o conmigo? Aquí al menos sabe que puede pasar, allá con él no —guardó silencio.
Me provocaban tanto esos labios que ahora permanecían callados y estaba dispuesto a probarlos. Elizabeth me observaba con atención, sin moverse ni decir nada. Con el corazón desbocado empecé a reducir la distancia entre nuestros labios, moría por besarla, era algo que deseaba hace mucho. Justo cuándo ya podía sentir su aliento en mi boca, la puerta se abrió. Inmediatamente Elizabeth retrocedió y la decepción me embargó al mismo tiempo.
—Disculpe —dijo un muchacho en la puerta—, traigo sus maletas.
Qué inoportuno.
—Gracias —respondió Elizabeth.
Tomó su maleta y entró a una de las habitaciones. Tambien tomé la mía, le agradecí al muchacho, cerré la puerta y entré a la otra habitación. Dejé la maleta sobre la cama y me senté en ella, decepcionado. Estuve tan cerca, a punto de besarla pero la suerte nunca estaba de mi lado. Al menos no con Elizabeth. Me recosté en la cama, analizando aún sus palabras, aquella discusión. ¿Qué podría interesarle a ella mi manera de vivir? ¿Quizás le recordaba algo?
***
Revisé la hora de mi celular, eran las 7:43PM. Me había quedado dormido sin darme cuenta, la verdad era que no me hacía mucha ilusión asistir. Busqué en mi maleta algo para lucir en la fiesta. Enseguida avancé hasta el baño y tomé una ducha, al terminar me coloqué una toalla en la cintura y con una más pequeña me estaba secando el cabello. Salí del baño hacía la cocina en busca de algo para beber, quizás algo de alcohol me animara antes de partir, pero en vez de eso me encontré a Elizabeth leyendo en la barra con la chimenea encendida. Al percatarse de mi presencia alzó la vista del libro.
Dejé que mi vista recorriera su figura mientras el calor de la chimenea inundaba el ambiente.
—Señor Steele, ¿qué hace en toalla? —pude notar que recorría mi cuerpo con la mirada.
Cómo me hubiese gustado que no fuera sólo con los ojos.
—Vine por... agua —avancé hasta el refrigerador, tomé la jarra con agua y me serví un vaso, observándola aún de reojo— ¿Y usted?
—Lo estaba esperando, ya que dijo que quería que lo acompañara.
—Cierto, pero estoy más a gusto aquí con usted —recargué mi cuerpo en la barra, junto a ella.
—Pero si sigue así —me señaló— se va a resfriar, además tiene que asistir.
—No me voy a resfriar, la chimenea está encendida.
—Pero no debería andar en toalla por ahí —observó brevemente mi torso.
—¿No le gusta verme en toalla? —acerqué mi rostro al de ella.
—No, así que vaya a vestirse o llegará tarde.
Me deleité unos momentos más con su figura hasta que, a regañadientes, regresé a mi habitación para alistarme. Elizabeth tenía razón, sí debía asistir.
Cuándo estaba terminando de ponerme la camisa, vi por la pequeña ventana que empezaba a llover. Salí a encontrarme con Elizabeth y al instante recibí un mensaje al celular, era James:
"La fiesta se cancela, la lluvia arruinó todo. Lo siento Tony"
Le comuniqué a Elizabeth sobre el mensaje. Estaba a punto de regresar a su habitación cuándo de repente nos quedamos a oscuras, sin luz.
Bueno, esto se ponía mejor.
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Corazón Antibalas ©
RomanceTony Steele es un empresario reconocido a nivel mundial, y conocido por ser un seductor empedernido, que busca protección debido a sus importantes negocios. Para esto contrata a los mejores ex-policías de Seattle pero nunca imaginó que entre ellos...