Discutimos acerca del lugar dónde iríamos para tomar las clases de español. Mi propuesta fue su casa o quizás en la mía, allí podríamos hacer algo más que estudiar, pero se negó así que fuimos a una cafetería que estaba cerca del edificio. Territorio neutral.
Entramos y nos sentamos en una mesa sólo para los dos, el mesero se acercó y ambos pedimos café.
Minutos después nos trajo dos tazas y enseguida empezamos a leer los libros que había traído, claro que ella me explicaba el significado de ciertas palabras y la pronunciación de otras. Su español era perfecto y fluido, también sus definiciones eran exactas, me sorprendió que alguien que trabajaba en la policía de Estados Unidos supiera tanto como ella. La verdad era que estaba más atento a sus gestos, a su boca, a sus ojos que a sus palabras. Y por momentos me sentía perdido, era preocupante.
***
Unos minutos después, cuando mi cabeza no daba para más, acabamos las clases.
—¿Cómo es que sabe español Elizabeth? —le pregunté mirando sus ojos verdes por milésima vez desde que entramos a la cafetería.
—Mis padres eran de Ecuador, yo nací y viví algunos años allí.
Vaya, está hablando de ella, eso era un buen avance, creí que saldría con eso de "No hablo de mi vida privada".
—¿Qué edad tenía cuándo llegó a Estados Unidos?
—Quince años —dijo después de tomar su café.
—¿Y por qué decidió cambiar de residencia?
—A mi padre le asignaron un trabajo en Minnesota, así que fuimos a vivir allí —al decir eso su mirada se llenó de nostalgia.
No continué preguntando, además ya era tarde. Recogimos los libros y salimos de la cafetería. En el viaje, cuando miraba sus ojos por el retrovisor, podía aún distinguir en ella esa mirada triste, pérdida ¿Había hecho mal en preguntar? ¿Qué escondía su historia?
Llegamos a mi casa, bajó del auto y me observó un momento. Yo estaba en frente de ella con los libros bajo el brazo. Por un instante, deseé que ese momento se pudiera aplazar todo lo posible.
—Bueno Señor Steele, nos vemos mañana.
—¿Continuaremos con las clases?
—Si usted lo desea.
—¿La vendrá a ver su novio hoy también? —pregunté por impulso, con tono irónico.
—¿Le molesta? —me dijo sonriendo.
—En lo absoluto.
¿No me molestaba? ¿Entonces por qué se lo preguntaba?
—Pues sí, él viene por mí Señor Steele.
—Entonces sí es su novio —insistí.
—No Señor Steele, no es mi novio. Ahora si no tiene más preguntas que hacerme referentes a mi vida amorosa, me retiró.
Salió haciendo sonar sus tacones negros que me incitaban a seguirla. Entré a mi casa y dejé los libros sobre la barra de la cocina, me acerqué al refrigerador para buscar algo de comer. Sólo encontré una pizza de quién sabe cuantos días, no iba a comer algo así. Subí a mi habitación, tomé una ducha y me acosté en mi solitaria cama listo para dormir.
Pero mi subconsciente me traicionó, y soñando regresé al pasado, uno al cuál no quisiera volver nunca más. Duele, aún sabiendo que no es real. Ya no más.
—Mamá, soy yo Tony.
—¿Tony? No recuerdo a ningún Tony.
—Mamá, soy tú hijo.
—¿Mi hijo? Te equivocas, Antonio y yo nunca tuvimos hijos. Por cierto ¿Dónde está Antonio?
—Mamá...
—Él es mi esposo, pero no lo encuentro ¿Me ayudas a buscarlo?
Mamá, ¿Tan malo fui para ti que llegaste a olvidarme?
***
Desperté empapado de sudor. Maldición. Hacía mucho tiempo que no tenía un sueño de ese tipo, sólo pasaba algunas veces cuando dormía sólo. Por lo general siempre había una sensual chica en mi cama. Los odiaba, odiaba regresar allí sin voluntad.
Al salir, me encontré con Elizabeth. Ya no tenía esa mirada triste pero se la veía algo cansada incluso pude notar unas pequeñas ojeras bajo sus deslumbrantes verdes ojos.
Llegué a mí oficina para empezar a trabajar junto con Allison. Cuando salió en busca de algunos informes, entró West hablando por teléfono. Se sentó en uno de los sillones y colgó su celular. Sí, era normal que en mi oficina entrará mi asistente y saliera mi amigo, o viceversa.
—Buenos días Tony.
—Hola West.
—¿Irás a ver a los españoles al aeropuerto el sábado?
—Creo que vas tú.
—Que bueno, porque sería una lástima que estos empresarios también se vayan por culpa de tus antojos.
Hace algunos meses vinieron unos empresarios argentinos, uno de ellos trajo a su esposa. En esa ocasión yo fui quien los trajo a la empresa y mientras ellos hablaban con Allison, la esposa del argentino y yo decidimos tener una "pequeña reunión" en la sala de juntas. Por desgracia nos atraparon con las manos en la masa, o en otro lado.
—Eso fue culpa del argentino, tenía que haber cuidado a su esposa —mi amigo río.
—¿Cómo van las clases?
—Bien —me removí en mi asiento, intrigado—. West, ¿qué sabes de la familia de Elizabeth?
—No mucho, sus padres murieron en un accidente junto con su hermana.
¿Por eso se ponía triste cuándo hablaba de ellos?
—¿Por qué preguntas?
—Por nada en especial, simple curiosidad.
Nuestra conversación se vio interrumpida por Allison. Cuando llegó empezamos a trabajar nuevamente y West se fue.
***
Para tomar la siguiente clase fuimos a la misma cafetería. Esta vez, le expliqué los temas que íbamos a tratar con los españoles y ella me enseñó algunas palabras claves. A diferencia de la noche anterior, no hablamos de nada en especial, ella se encargó de evadir cualquier pregunta.
En cuánto llegamos a la casa bajé al mismo tiempo que ella, me coloqué en frente y observé sus ojos al igual que las ojeras que tenía.
—Al parecer no durmió bien anoche —le dije— ¿Tuvo una noche agitada?
—Algo así —me dijo sonriendo.
Claro, yo tenía de vez en cuando ese tipo de noches.
—Debería dormir temprano.
—Entonces es mejor que ya me vaya, si llego tarde a mi departamento no podré dormir temprano.
—Además su amigo la está esperando —dije con cierta ironía.
—Sí, que duerma bien Señor Steele —se despidió y salió del garaje.
Lo preocupante no eran sus ojeras, malas noches o su amigo. Lo que realmente me preocupaba era que estaba dándole muchas más importancia de la necesaria. ¿Por que debía cuestionarla yo? ¿Por qué debía pedirle explicaciones?
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Corazón Antibalas ©
RomanceTony Steele es un empresario reconocido a nivel mundial, y conocido por ser un seductor empedernido, que busca protección debido a sus importantes negocios. Para esto contrata a los mejores ex-policías de Seattle pero nunca imaginó que entre ellos...