14. Bajo la misma lluvia

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Por la tarde tuvimos que ir de regreso a Nueva York, pues allá tendríamos una reunión con el grupo de trabajo de James que iba a presentar un proyecto, aunque no sabía de que trataba.

Antes de ir al edificio de mi socio, fuimos a un hotel para reservar una suite, para mí, y una habitación, para Allison. Ella insistió en hospedarnos pues en cualquier momento necesitaría un cambio de ropa o cualquier otra cosa. Acepté, pues la suite tenía una increíble vista de la ciudad, incluso podías ver la Estatua de la Libertad.

Llegamos al edificio dónde sería la reunión. Tenía varios pisos, no más que el de Seattle, y al igual que la sede principal antes nombrada, o sea mi edificio, bueno todos son míos, tenía su nombre en la entrada: "Steele Industries", y estaba a unos metros del hotel. Allison y yo fuimos hasta el segundo piso, pues ahí estaba la sala de juntas. Adentro todos estaban listos, sólo me esperaban a mí. Me senté dónde me indicaron y empezó la reunión. Escuché la presentación, al menos unos pocos minutos de ella, cuando de pronto me perdí en mis pensamientos mientras veía a la lluvia descender nuevamente.

Pensaba en el día de ayer, en la cercanía de mis labios y los de Elizabeth, en esa extraña sensación cuando James le coqueteaba a mi escolta, el bello rostro de Elizabeth apoyado en mi hombro. No había un sólo pensamiento en el que no apareciera ella, parecía rutina pensar en un par de ojos verdes y una cabellera negra.

—¿Qué opina Señor Steele? —preguntó un muchacho al frente.

La exposición había terminado y ni siquiera había puesto atención. ¿Y ahora?

—Bien, bien. Me parece bien, mientras nos haga ganar y no perder —era lo más lógico que podía decir.

—Entonces —se levantó James—, con la aprobación del Señor Steele podemos empezar el proyecto.

En cuanto se dio por terminada la reunión todos salimos, pues iríamos a recorrer la ciudad en compañía de James y su grupo.

Al salir a cada uno nos dieron un paraguas, pues la lluvia continuaba cayendo. Cuando salí a la calle, observé a Elizabeth que estaba bajo la lluvia, mirando hacía el cielo como si buscara algo allí arriba. Estaba toda empapada, la camisa se le pegaba al cuerpo y por su rostro bajaban pequeñas gotas de agua como si de lágrimas se trataran. Quizás fuera eso, en realidad no entendía. No se percató de mi presencia así que caminó hasta el auto, yo detrás de ella, y se detuvo en frente de Allison que estaba por subir al auto.

—No puedes subir así —habló Allison—, vas a mojar el auto, mejor ve a cambiarte antes de que te dé un resfriado.

Todo lo dijo en tono burlón y con una sonrisa al final, parecía villana de telenovela y al igual que Elizabeth, ella tampoco se había dado cuenta de que estaba allí. Me acerqué.

—Es cierto Elizabeth —le dije mientras la cubría con el paraguas—, puedes resfriarte así. Vamos, te llevaré al hotel para que puedas cambiarte —la tomé de la mano.

—Tony... —oí susurrar a Allison.

—Allison dile a James que tuve un imprevisto y regresé al hotel, Elizabeth y yo iremos después al aeropuerto.

—Sí Tony —respondió ella con desgano.

En cuanto el auto se fue, empezamos a caminar en dirección al hotel, Elizabeth llevaba la mirada en el suelo y al parecer su alegría también.

—¿Por qué se quedó bajo la lluvia?

—Lo estaba esperando —respondió en voz baja.

Se me hacía muy familiar la situación. Me estremecí al pensar en ello.

—Podía esperarme en otro lugar dónde no se empapara —seguía con la mirada en el suelo.

—No me fijé cuando empezó a llover —levanté su rostro.

—Debe estar más atenta —observé esa peculiar mirada triste en ella.

Entramos al hotel, pedí mi llave en recepción y subimos sin soltarnos de la mano. Me agradaba la calidez de su mano. Me gustaba tenerla cerca. Al entrar a la suite, la llevé hasta la habitación en dónde estaba el baño y el armario con mi ropa. Solté su mano, aunque no quería, y me dirigí al baño a buscar una toalla, se la entregué y enseguida busqué en el armario una de mis camisas blancas.

—Por ahora es lo único que le puedo dar —le entregué la camisa—, pero estará bien hasta que se seque su ropa, puede cambiarse en el baño.

—Sí, gracias —entró sin decir nada más.

Salí de la habitación a la pequeña sala que estaba en la suite, me quité el saco pues estaba algo mojado, también me quité la corbata, los zapatos y los primeros botones de mi camisa. No íbamos a salir hasta después de un rato, así que había que ponerse cómodos. Escuché sonar mi celular desde la habitación, caminé hasta ella, lo tomé y lo revisé. Era un mensaje de Allison:

"Iré por ti para ir al aeropuerto después del recorrido"

Iba a responderle pero escuché la puerta del baño abrirse, volteé a ver y encontré a mi escolta con mi camisa blanca puesta, que le llegaba más abajo de las caderas, cubriendo lo necesario, y su cabello negro todavía mojado caía sobre ella. Mi corazón dio un vuelco.

Por Dios, ¿cómo iba a soportar estar en el mismo espacio con aquella mujer?

Corazón Antibalas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora