7. Recuerdos

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Todos los domingos por la mañana salía a trotar, pues tenía que estar en forma y los gimnasios no eran lo mío, además tenía que aprovechar la playa. Caminé hasta la orilla del mar, respiré hondo y empecé con mi ejercicio, no había necesidad de escuchar música mientras trotaba, el sonido de las olas era más que suficiente. Devuelta en casa, media hora después, tomé un baño y bajé a buscar las carpetas que había traído West. Sólo me interesaba una. Busqué la información que necesitaba en aquella carpeta y salí en mi auto camino a la ciudad.

Llegué a un edificio de unos veinte pisos más o menos, con amplias ventanas y una gran puerta de cristal. Entré al ascensor y pulsé el botón para subir al piso indicado, mis manos empezaron a sudar. Al llegar busqué el departamento correspondiente y toqué la puerta, esperé un momento con el pulso un poco acelerado. Cuándo la puerta se abrió apareció un hombre de ojos verdes con el torso desnudo. No era la persona a quién esperaba ver y por alguna razón me sentí algo molesto.

—¿Sí? —preguntó el hombre.

—¿Se encuentra Elizabeth? —dije decidido, se recostó en el marco de la puerta, examinándome.

—Depende, ¿quién la busca?

Detras de él apareció Elizabeth con ropa deportiva, un poco pequeña. En cuanto me vio se acercó a la puerta junto al hombre que estaba allí.

—Señor Steele —me dijo sorprendida—, ¿qué hace aquí?

—Vine a hablar con usted Elizabeth, pero veo que está ocupada —observé con disgusto nuevamente al hombre.

—No, no estoy ocupada —se colocó rápidamente entre el hombre y yo—, pero si me espera un momento podemos ir a hablar a otro lado —me dijo sonriendo.

—Entonces espero aquí —sonreí amablemente.

Entró al departamento con el hombre. ¿Quién era él? ¿Su novio? ¿Un vecino? ¿Un amigo con derechos? Estaba en el departamento junto con Elizabeth y casi desnudo, bueno al menos ella llevaba ropa, aunque muy pequeña. ¿Y por qué me importaba a mí todo eso? Suspiré, en realidad ni siquiera sabía que estaba haciendo allí.

***

Varios minutos después salió con su ropa informal. Realmente me gustaba más en ropa deportiva. Caminamos unas dos cuadras y llegamos a la misma cafetería en la que tomé las clases de Español. Y a más de ir a la misma cafetería, nos sentamos en la misma mesa de esos tres días de aprendizaje.

—Entonces, ¿no tiene novio? —sonrió—. Ahora sí me pude responder, no está trabajando.

—¿Lo dice por el chico de mi departamento?

—No es normal ver a un hombre en el departamento de una mujer si no es su novio —la escuché reír.

—Sólo es un buen amigo, él me ayudó cuando llegué a Seattle —respondió observando su café.

—Pues tiene que ser un muy buen amigo para que lo deje andar sin camisa por ahí —rió nuevamente.

—No creo que haya venido para hablar sobre los hombres que habitan en mi departamento, Señor Steele.

—No, pero ya puede dejar de decirme Señor Steele, no está trabajando y dijo que no mezcla lo personal y lo laboral ¿Cierto?

—Qué buena memoria tiene —sonrió.

—Así es. La razón por la que vine es porque quiero invitarla a un evento muy importante.

—¿Un evento?

—Sí, una Premier en realidad.

—¿Recibirá un premio? —asentí— ¿Y por qué quiere ir conmigo? Puede ir con su asistente, puede ir con quien usted desee.

-Es cierto, pero yo quiero ir con usted, Elizabeth —ladeó una sonrisa.

—Eso es un capricho —sonreí igual que ella.

—Puede ser. Paso por usted el miércoles a las nueve de la noche ¿Le parece?

—¿Tengo otra opción? —sonreí al escucharla.

—Al parecer no —y continuó bebiendo su café.

***

Varios minutos después regresamos al edifico pero ésta vez no subí, imaginé que su amigo estaría allí. En cuánto ella subió, entré a mi auto y regresé a casa. Ya que no tenía nada mejor que hacer me puse a trabajar, pues por lo general cuando no estaba con alguna mujer salía a beber en algún bar, y ciertamente no tenía ganas de embriagarme.

Finalmente decidí dejar el trabajo de lado e ir a dormir.

Pero de haber sabido que esa noche el pasado atacaría mis sueños nuevamente, hubiera preferido seguir trabajando.

—Mamá, ¿qué haces aquí afuera? Está lloviendo.

—Lo sé hijo, pero estoy esperando a tu padre, él está a punto de llegar del trabajo.

—Mamá... Él no va a venir.

—Sí lo hará, por eso lo espero.

—Mamá ¿Estás bien?

—Sí hijo, sólo... estoy un poco cansada ¿Puedes... esperarlo tú por mí?

—Mamá... Mamá despierta... Mamá..

Por estar bajo la lluvia tu cuerpo enfermó, igual que tu frágil mente. Lo odio a él, y a cada minuto de aquellos recuerdos.

***

Lunes, regresamos a la rutina. Trabajo, trabajo y más trabajo. Allison preguntó donde había estado el día anterior, pues fue a buscarme a mi casa y no me encontró. No le dije que estaba con Elizabeth, no lo vi apropiado.

Para el martes ya anunciaban en todos los diarios de Seattle la Premier de mañana y los nombres de los nominados, entre ellos, Tony Steele. Al evento asistirían conmigo West y Allison. Claro que Elizabeth también.

Al día siguiente, a pesar de ser la Premier, decidí trabajar, más bien alejarme de casa, y no fue uno de mis mejores días. Los recuerdos de mi madre venían a mí sin ninguna razón, el pasado me atormentaba, las imágenes me herían y las voces molestaban en mi cabeza.

Era terrible. No lo soportaba más. Incluso sentía que las paredes de la oficina me asfixiaban, salí de ella. Subí al auto en busca de un lugar donde olvidar. Recorrí las calles un momento, sin rumbo fijo, con la intención de olvidar. Unas particulares luces de neón llamaron mi atención, era un bar, entré. Me senté en la barra y pedí un vaso de whisky, antes de beberlo revisé la hora, 7:58 PM, todavía tenía tiempo, después irían por Elizabeth.

El alcohol había afectado mi mente, empezaba a ver doble pero no dejaba de evocar la imagen de mi madre, la veía perfectamente. Maldición, nunca antes su recuerdo me había venido con tanta intensidad. Pero, por alguna razón, también habían aparecido esos tan encantadores ojos verdes y esa única cabellera negra.

—Hola guapo —me dijo una morena que se sentó a mi lado, sacándome de mi letargo—, ¿me invitas un trago?

—Claro, quizás después te invite a otro lugar, algo más privado ¿Te parece? —sonreí con picardía.

Algo de compañía quizá ayudara a olvidar.

—Con gusto aceptaría esa invitación —deslizó su mano por mi mejilla.

—Lo siento pero tendrá que ser otro día, hoy él viene conmigo —escuché a mi lado una voz conocida. Demasiado.

¿Elizabeth?

Corazón Antibalas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora