18. La cena

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Cuatro meses han pasado desde que Elizabeth se presentó cómo mi escolta, tres desde que la tuve piel con piel en Nueva York. Y lo recordaba como si hubiese sido ayer.

West me contó que su prometida quería conocernos mejor a Allison y a mí, por eso organizó una cena esta noche en casa de West, que ahora también era de ella, para nosotros. Ya que no iba a ir nadie más, invité a Elizabeth para que me acompañara, claro que antes consulté a mi amigo, primero le dio vueltas al asunto pero al final aceptó ir conmigo. Le dije que pasaría por ella a la hora que había acordado West y yo conduciría, me hacía falta. Me respondió diciendo que esperaba que no fuera igual que la Premier y tendría que ir a rescatarme a otro bar.

Aunque no me molestaría que me rescataran mientras sea ella quién lo haga.

Media hora antes del tiempo acordado tomé una ducha y empecé a buscar lo que usaría pues el viaje a la ciudad era largo. Cómo dije antes, esa era una desventaja de vivir lejos de la ciudad, pero eso lo compensaba la hermosa vista al mar que se proyectaba en la pared de cristal de mi habitación. Para la cena elegí algo casual, quizás podía impresionar a mi acompañante. Bajé a la sala, tomé mi celular junto con mis llaves y salí en mi auto a la ciudad.

Me estacioné en frente del edificio de Elizabeth, salí del auto, me recosté en la puerta del copiloto y revisé la hora en mi celular, estaba a tiempo. ¿Tenía que subir por ella o esperar a que bajara? Si subía de seguro me encontraría con Alex, pero si no probablemente ella no sabría que estaba allí y quizás no bajara. Levanté la vista decidido a ir por ella, pero estaba justo en frente de mí. Y cómo estaba. Llevaba un vestido rojo que le llegaba más arriba de las rodillas, con un escote que me permitía ver en algo sus pechos. En realidad yo los conocía perfectamente. Aparté ese pensamiento sin dejar de observarla. Decir que estaba hermosa era poco.

—Señor Steele —regresé la mirada a su rostro—, ¿nos vamos?

—Claro.

Abrí la puerta del copiloto y le dí la mano para que entrara al auto, cómo todo un caballero. Daba la impresión de que en cualquier momento chocaría, pues cada que podía veía a la mujer que tenía a mi lado. Llegamos a la casa de West, entramos al garaje dónde estaba el auto rojo de Allison, la gran camioneta negra de West y un pequeño auto blanco que imaginé sería de la prometida de mi amigo. Me estacioné, bajé del auto y caminé hasta la puerta del copiloto para abrirle a Elizabeth. Mientras caminábamos a la entrada de la gran casa tomé su mano y me acerqué más a ella.

—Recuerda que hoy vienes cómo mi acompañante —le dije al oído— no cómo mi escolta, así que tienes que dejar de llamarme Señor Steele ¿De acuerdo?

—Claro —me observó por un momento con sus bellos ojos verdes.

Antes de que pudiera tocar la puerta, West ya estaba saludando a Elizabeth y a mí. Avanzamos hasta la gran sala de la casa, tomados de la mano, y allí estaba Allison conversando junto a Erika, la futura esposa de mi amigo. En cuanto nos vieron, se levantaron y de inmediato me percaté de lo sorprendida, o molesta, que estaba Allison. Quizás porque invité a Elizabeth o porque la traía de la mano. Quizás por las dos.

—Bienvenidos —nos saludó Erika—. Es un gusto volver a verte Tony.

—Lo mismo digo Erika, no te recordaba tan guapa —rió.

—¿Cómo puedes decir eso delante de tu novia? —me respondió observando a Elizabeth.

—No es mi novia —la observé también—, es una muy buena amiga —recordé lo bien que la había conocido en Nueva York.

—Pues hacen una linda pareja —le tendió la mano a mi acompañante—. Mucho gusto, soy Erika Vega.

—Elizabeth Collins —le respondió mientras le daba la mano.

Todos tomamos asiento, yo junto a Elizabeth, West junto a Erika, y Allison se quedó en una pequeña silla de la sala. Escuchamos la historia del romance de mi amigo y su prometida, empezando por la fiesta de aniversario de Steele Industries dónde se conocieron. Después de la fiesta siguieron en contacto, y yo ni siquiera lo sabía. Un par de meses después West llevó a Erika a vivir a su casa y otro par de meses más él le pidió matrimonio, incluso ya tenían fecha para la boda.

A continuación pasamos al comedor dónde estaba lista la comida, nos sentamos en el mismo orden. West en la cabecera, Erika a la derecha y Allison a lado de ella. Y yo no me separé de Elizabeth, así que me senté a la izquierda de mi amigo y Elizabeth, claro, junto a mí.

Estábamos todos cenando en silencio hasta que Erika habló.

—Hemos estado hablando de nosotros pero no he escuchado nada todavía de Elizabeth —mi acompañante alzó la vista de su plato—. Dime, ¿qué estudiaste? ¿En que trabajas? —todos prestamos atención a lo que diría.

—Estudié arquitectura, pero no era en realidad lo que yo quería, así que entré a la policía, tomé el curso correspondiente y alcancé varios rangos importantes con mucho esfuerzo y dedicación.

—¿Trabajas en la policía?

—No, ya no.

—¿Y por qué lo dejaste? —volvió a preguntar Ericka.

—Por motivos personales —dijo, esta vez incómoda.

—¿Y tu familia? —intervino Allison.

—Mi familia falleció en un accidente de tránsito hace tres años.

—Debió ser triste perder a tu familia y quedarte sola ¿cierto? —habló nuevamente Allison.

Era asombrosa la forma sarcástica en que lo decía.

¿Esa era mi amiga o una bruja de cuentos?

Corazón Antibalas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora