25. Mejor tarde que nunca

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Llevaba días pensando en ella. Llevaba días buscando alguna manera de cambiar su pensamiento... Al final, llevaba días tratando de apartarla de mí.

Me estaba quedando sin esperanzas, Elizabeth llevaba unos días ausente, sin dar señales, era preocupante. Resolví que quizás, finalmente, ella había tomado la decisión de alejarse de mí. Una decisión que no le correspondía del todo.

Escuché la puerta de mi oficina abrirse para dar paso a Allison. Traía trabajo entre sus manos, y una sonrisa peculiar en el rostro.

—Tony, encontré un lugar para tu fiesta de cumpleaños —dijo entusiasmada.

—No quiero eso.

—Sí lo quieres, podemos invitar a gente interesante para hacer negocios —suspiré.

—No me interesa —respondí con la misma apatía que antes.

—Escucha, puedes quedarte en la fiesta un rato y ya después desaparecer como siempre lo haces.

Sonreí con nostalgia a recordar aquello. Yo acostumbraba a hacer presencia en la fiesta para después huir de allí con alguna invitada. Ya nada de eso me importaba, aún si era rechazado por Elizabeth, ella había logrado meterse hasta en mis huesos, entrar en lo más profundo de mi ser.

¿Cómo lo había hecho? ¿Qué tenía ella que no tenían mis antiguas acompañantes? Conocía la respuesta, era clara para mí, Elizabeth me hacía sentir vivo como nunca antes, junto a ella todo parecía tomar color.

—Te rechazó, ¿cierto? —casi pude ver una sonrisa complacida en sus labios.

—No te importa —me levanté molesto—. Iré a la fiesta Allison, pero necesito que hagas algo más por mí —la observé—. Quiero un boleto de avión.

—¿Hacia dónde? Tienes el avión de la empresa.

—A donde sea.

Cualquier lugar menos en la que estaba. Cualquier sitio donde no estuviera ella. Cualquier lugar donde no la recordara constantemente.

***

Una vez listo y arreglado, bajé a la sala de mi casa. Realmente no tenía el ánimo para hacer algo, ni siquiera quería asistir a la fiesta de esa noche. No si no estaba ella.

Me regañé mentalmente por seguir pensándola, ya debía dejarla ir. Me dirigí en busca de mi desayuno cuando encontré a mi amigo sentado en uno de los taburetes de la barra.

—Ya era hora de que bajaras —me dijo sin levantar la vista del periódico que leía.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—¿No es obvio? —se levantó con una sonrisa en el rostro para darme un abrazo—. Feliz cumpleaños, amigo —palmeó mi espalda.

—Gracias —le respondí sin ninguna entusiasmo.

Apretó mi hombro levemente y me observó, seguramente sabía que algo andaba mal.

—Tony, si las cosas no se dieron debe haber alguna razón —suspiré.

—La hay West, y no me corresponde a mí luchar contra ella, si fuera así ya lo habría hecho.

—Lo sé, eres persistente cuando te propones algo —soltó una leve risa que me contagió.

—Estoy enamorado, West —dije seguro, y angustiado—. No voy a encontrar nadie como Elizabeth.

Corazón Antibalas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora