Me levanté para empezar el nuevo día, o más bien con la intriga de cómo empezaría, o si Elizabeth estaría esperándome. Después de tomar una ducha observé mi reflejo en el espejo, y no pude evitar ver los rasguños de mi pecho, ¿Cómo iba a olvidar lo sucedido si las marcas en mi cuerpo lo recordaban? Incluso tenía grabado su olor en mi mente. Tocaron la puerta de la habitación, la escuché porque la del baño estaba abierta.
—Tony —se asomó Allison —avanzó hasta quedar detrás de mí, por lo cuál sólo podíamos vernos a través del espejo—. ¿Qué te pasó en la espalda? —preguntó mientras pasaba el índice por las marcas.
—Tuve una pelea con un gato.
—¿Y aquí? —pasó su mano por debajo de mi brazo hasta llegar al rasguño de mi pecho. Me tenía rodeado con un sólo brazo.
—Otro gato —rió.
—¿No tendrá esto que ver con la salida de la Señorita Collins de tu suite? —quité su mano de mi pecho.
Le diste al clavo.
—No —respondí sin importancia y busqué mi camisa—. ¿Por qué subiste?
—Es tarde, creí que te habías quedado dormido, venía a levantarte.
—No tengo que llegar temprano, soy el jefe, yo no tengo horarios —terminé de ponerme la camisa y busqué un saco.
—Es verdad, pero hoy vamos a revisar el informe de ventas y producción.
Como si fuera importante que estuviera allí, para eso contrato empleados.
—Adelántate y ten todo listo, yo llegaré pronto —me coloqué una corbata en el cuello sin hacer el nudo.
Ambos bajamos, ella fue hacia la puerta y yo hacia la cocina para tomar mi desayuno. En cuanto terminé, salí en busca de mi auto con la esperanza de que Elizabeth estuviera allí. Y así fue. Una sensación de alivio recorrió mi cuerpo. Estaba recostada en la puerta del copiloto con sus peculiares tacones negros, su camisa blanca, un jean negro ajustado y con el cabello recogido. Era la primera vez que la veía con el cabello así, y se podía apreciar mejor su hermoso rostro. Era curioso que yo notara esos detalles tan absurdos.
—Buenos días Señor Steele —me saludó con la misma sonrisa de todas las mañana.
Sí, todo había vuelto a la normalidad... quizás.
—Buenos días Elizabeth.
—Su corbata —señaló.
Sin previo aviso, tomó mi corbata y empezó a anudarla con rapidez y destreza, muy concentrada. Yo observaba sus ágiles movimientos, y en ello pude notar que traía puesto el anillo que le obsequié. Pensé que se lo quitaría debido al incidente de Nueva York, por decirlo así.
—Gracias —dije cuando terminó—. ¿Dónde aprendió a hacer nudos así?
-1Antes acostumbraba a ayudarle a mi padre con sus corbatas.
—Es muy buena con las manos —desvió su mirada de la mía, un tanto incómoda.
—¿Nos vamos? —preguntó seria.
Llegamos al edificio un poco tarde, esa era la desventaja de vivir lejos de la ciudad. Le pregunté a mi recepcionista dónde se encontraba Allison y me dijo que estaba en la sala de juntas con el vicepresidente. Subí hasta el piso correspondiente y al entrar empezamos con el trabajo. Al terminar fui a mi oficina, me senté en mi sillón y observé Seattle, la ciudad que tenía a mis pies.
Con aquel panorama mi mente volaba invocando la pasional noche de Nueva York. Sus labios junto a los míos, su dulce aliento, el placer que me producía sentir su cuerpo vibrar entre mis manos, sus pechos, sus muslos, su abdomen, su espalda. Absolutamente todo. Y cómo no recordarlo, si recorrí todo su cuerpo hasta memorizarlo, inclusive podía sentir su piel en mis manos. Iba a ser difícil olvidarlo. Lo peor era haberme dado cuenta de que me había enamorado de ella después de haberla dejado ir. Pero así pasa. A veces pasamos tanto tiempo cerca de una persona que cuando se aleja nos damos cuenta que realmente la necesitamos. Quizás de ahí el dicho «No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». Aunque yo no lo había perdido del todo. La cuestión era que yo no me había enamorado en diez años y justo cuando llegó ella, aparecieron en mí esos sentimientos que ya creía olvidados. Es increíble cómo una persona cambia todo tu mundo.
—Tony —di la vuelta para ver quién era.
—Hola West —se sentó.
—Vi a Elizabeth abajo, ¿cómo te fue con ella? —suspiré.
—Más o menos. Logré que no renunciara, pero a cambio de no hablar de lo que pasó en Nueva York.
—¿Por qué? ¿Tiene novio? ¿Algún compromiso?
—No lo sé, pero ya que me pidió que no dijera nada sobre Nueva York, tampoco le dije lo que sentía por ella.
—Esto es parecido a Las Vegas —lo observé.
—¿A Las Vegas? —asintió.
—Así como en Las Vegas, lo que pasó en Nueva York, se queda en Nueva York.
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Corazón Antibalas ©
RomanceTony Steele es un empresario reconocido a nivel mundial, y conocido por ser un seductor empedernido, que busca protección debido a sus importantes negocios. Para esto contrata a los mejores ex-policías de Seattle pero nunca imaginó que entre ellos...