Eran ya las 6:03 PM, y por mi cabeza rondaban las imagenes de la noche anterior, sin embargo no recordaba ni una sola palabra de lo que había dicho. Además, me sentía mal por haber arruinado la noche de Elizabeth, después de todo era su cumpleaños, pero ¿por qué no le gustaba celebrarlo?
Después de tanto trabajar, salí de la empresa y entré al auto dónde me esperaba ella.
—Elizabeth, antes de llevarme a mi casa necesito que pasemos por una joyería —le dije desde el asiento de atrás.
—¿Una joyería?
—Sí, la mejor que conozca.
Varios minutos después paramos en frente de una gran ventana en la que se exponían diferentes tipos de joyas como collares y pulseras. Entré al local y observé los estantes buscando lo apropiado para la ocasión. ¿Qué podría gustarle?
—¿Le puedo ayudar en algo? —me dijo una rubia en uniforme.
—Estoy buscando un anillo.
Por un momento desvié mi mirada hacia el cuerpo de la mujer que tenía en frente, que no dejaba de observarme. Pero hoy no era compañía lo que buscaba.
—Espero que no sea de compromiso —me dijo con picardía.
—No, es un regalo —regresé la vista a su rostro.
Asintió y me llevó hasta una vitrina con varios anillos. Me mostró algunos de oro y otros extravagantes, pero no era lo que buscaba. Además ella no iba a aceptar algo así. Uno en particular me llamó la atención, era pequeño, de platino con varios diamantes en él, sencillo pero bonito. No dudé en pedirlo, el precio era alto pero nada que un millonario dueño de una de las empresas más importante del mundo no pudiera pagar.
Guardé la pequeña caja con el anillo en mi bolsillo, entré al auto y continuamos con nuestro viaje a través de las congestionadas calles de Seattle. En cuánto llegamos al garaje ambos bajamos.
—Elizabeth, quiero agradecerle por cuidar de mí la noche anterior —asomó una sonrisa.
—No tiene porque agradecerme.
—Usted sacrificó su noche por atenderme y en compensación quiero darle esto —le entregué la pequeña caja.
Me observo un momento, confundida, abrió la caja, y examinó la joya del interior, asombrada. Sonreí complacido, al parecer le había gustado. Regresó a verme e inmediatamente cerró la cajita roja con el anillo.
—Discúlpeme, pero no puedo aceptarlo —me tendió la caja.
—¿Por qué no? Usted me ayudó —tomé la caja, la abrí y saqué el anillo —. Además, es su regalo de cumpleaños.
Tomé su mano y le coloqué el anillo. Llegó a mí esa peculiar corriente, lo que comprobaba que no era producto del alcohol. Pasé mi pulgar por aquel anillo y ascendí a sus nudillos. También sentí la misma calidez de la noche anterior, y se sentía muy bien. Mi pulso empezó a acelerarse.
Al levantar el rostro nuestras miradas se encontraron, cómo me encantaba ver sus verdes ojos. Lentamente empezó a retirar su mano y, aunque traté de retenerla, al final opté por soltarla.
—Gracias, Señor Steele —desvió la mirada hacia el anillo.
"Señor Steele", creo que eso le quitó el encanto al momento.
—Espero verla usándolo mañana en Nueva York.
—¿Nueva York? —repitió sorprendida.
—Sí, mañana viajaremos a Nueva York, y usted vendrá conmigo.
—¿Algún viaje de negocios?
—Sí, así que la necesito aquí temprano.
—Entonces, me retiró. Que duerma bien Señor Steele.
—Hasta mañana.
Observé cómo se alejaba del garaje antes de entrar a mi casa. El día había sido agotador y el cuerpo me pesaba tanto que no dudé en irme directo a mi cama. Cerré mis ojos para poder conciliar el sueño.
Recuerdos, recuerdos y más recuerdos, era todo lo que venía a mí. Mi pasado era algo que odiaba con toda mi alma, no entiendo como en esos tiempos encontré fuerzas para seguir. Quizás porque no quería terminar igual que ella, igual que mi madre.
—¿Hola?
—Tony, habla Stela, de la clínica psiquiátrica.
—¿Pasó algo con mi mamá?
—Tony... Tu madre... murió.
—¡¿Qué?! ¡¿Pero cómo..?! Maldita sea, se supone que estaban cuidándola.
—La encontramos esta mañana, tenía una navaja en su mano, se suicidó.
—¡¿Y no pudieron hacer nada?!
—No Tony, cuándo llegamos ya estaba sin vida. Tienes que venir por ella... ¿Hola?... ¿Tony, estás ahí?... ¿Hola?
Tantos años, tanto tiempo, y aún sigo preguntándome ¿Por qué? ¿Por qué te quitaste la vida? ¿Por qué me dejaste sólo? ¿Por qué? Esas preguntas me atormentan siempre.
***
Empecé a guardar en mi maleta la ropa que llevaría a Nueva York, y lo que me faltara lo compraría allá, después de todo el dinero se hizo para gastar ¿O no?
Salí al garaje con la maleta en la mano, la guardé en el maletero junto con otra que ya estaba allí, imaginé era la de Elizabeth, saludé a mi escolta y emprendidos la marcha.
Estaba trabajando en mi oficina cuando se abrieron las puertas de madera y entró Allison, creí que me diría algo sobre el viaje a Nueva York, pero no fue así.
—Tony, ¿Qué significa esto? —tiró un periódico sobre mi escritorio.
Ese tono de voz y esa pregunta, me parece que esto ya ha pasado antes.
En el diario aparecía una foto mía junto a una chica con algunos autos atrás, la chica era Elizabeth pero su rostro estaba oculto por su cabello. Decía: "Tony Steele fue visto saliendo de un edificio acompañado de una mujer".
—¿Quién es ella? —preguntó Allison, visiblemente enojada.
—¿Te das cuenta que esta es la sección de chismes? —continuó observándome, esperando una respuesta—. Es una amiga.
—¿Una amiga? ¿Y qué hacías en el departamento de una amiga? Ahí también dice que te vieron entrar a una joyería —ahora gritaba.
Más que mi ayudante parecía mi esposa.
—Fui a comprarle un regalo a mi amiga —tomó asiento.
—Esa fotografía está en todos los medios de comunicación —dijo en un tono más relajado—, se están diciendo muchas cosas respecto a esto —señaló la foto.
—Pero míralo por el lado positivo, ya he salido en dos portadas en la misma semana.
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Corazón Antibalas ©
RomanceTony Steele es un empresario reconocido a nivel mundial, y conocido por ser un seductor empedernido, que busca protección debido a sus importantes negocios. Para esto contrata a los mejores ex-policías de Seattle pero nunca imaginó que entre ellos...