1. Mi innecesario guardaespaldas

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Mi celular sonó provocando que me despertara de repente, deslicé mi mano a través del mueble junto a la cama en busca de él. ¿Dónde diablos estaba? Al no encontrarlo, me vi obligado a levantar mi cabeza para comprobar su ubicación, finalmente tomé el celular y lo revisé. Era un mensaje de West, el encargado de mi seguridad, y mejor amigo:

"Ya tengo la información necesaria, nos vemos en tu oficina a las 10:00 AM."

Dejé el teléfono en el mismo lugar y me froté el rostro. Estaba a punto de levantarme cuando sentí que en mi cama algo se movía, volteé y ahí se encontraba una chica rubia, estaba de lado así que no pude ver su rostro, tan sólo su espalda que estaba descubierta. Quizás era alguna reportera de algún evento, la verdad no lo recordaba, ya era costumbre que en mi cama apareciera una mujer de la cual no recordaba ni el nombre.

Entré al baño para tomar una relajante ducha y alejar el perfume de ella y los rastro del alcohol que habían en mi cuerpo. Después de rasurar mi barba me tomé un momento para contemplar al hombre del espejo. Mi cabello estaba mojado, mis ojos ya se encontraban bien abiertos, por mi torso descendían pequeñas gotas de agua y mi barba estaba bien afeitada, perfecto para un importante empresario. La envidia de muchos.

¿Narcisista? No, nunca.

Busqué mi camisa blanca, una corbata cualquiera y mi saco a juego con el pantalón, siempre lo mejor. Bajé hasta la barra de la cocina donde ya estaba listo el desayuno y mi asistente, Allison, me esperaba con su tableta en la mano y un celular en la otra.

—Buenos días Tony —me saludó.

Lleva años trabajando conmigo así que me trata como un amigo más que un jefe.

—Hola Allison —le respondí a la vez que me sentaba en la barra a desayunar.

Mientras desayunaba ella me contaba como había estado la entrevista de la noche anterior. Todos los periódicos de Seattle hablaron bien de la compañía, a mí me describían como un genio en el mercado mundial o un apuesto empresario por el cual todas las mujeres babearían. No las culpo.

Salí de la casa solo, pues Allison se haría cargo de la rubia de mi habitación. Ese también era parte de su trabajo.

Llegué al gran edificio que afuera tenía en grande su nombre: "Steele Industries". Subí hasta el último piso en donde se encontraba mi oficina y entré a ella. Era grande y con una vista extraordinaria, a la derecha se encontraba una librería con varios textos de lo cuales había leído pocos, a la izquierda había una gran fotografía de la vista de Seattle por la noche, una que yo mismo podría apreciar después de unas horas, en frente se hallaba el escritorio de madera con dos sillones negros en frente y uno más grande detrás, justo detrás de ese se encontraba una gran ventana que llegaba desde el suelo hasta el techo por donde se podía ver toda la ciudad. Era por eso que me gustaba el lugar, podía pasar horas viendo el exterior.

Me senté en el sillón frente a la ventana y minutos después entró West con algunas carpetas en la mano.

—Buenos días Tony, ¿dormiste bien? —no pude evitar sonreír al escuchar su tono casi irónico.

Él también sabía como pasaba mis noches en compañía.

—Perfectamente —se sentó en uno de los sillones de en frente—. ¿Qué traes allí?

—Algunos currículums de los mejores expolicías de Seattle, te dije que los traería —colocó las carpetas sobre el escritorio.

—Sí, en el mensaje. ¿Son para mi innecesario guardaespaldas? —le pregunté con ironía.

Hace días West había decidido contratar más seguridad, por eso de los negocios importantes, pero yo no le veía necesidad, nunca había estado en peligro o había recibido amenazas de ningún tipo.

—Es necesario, por tu seguridad y para que evite que cometas estupideces —reí al escuchar lo último.

Bueno, quizás el tema de la seguridad no lo era todo. La semana anterior fui a correr por las afueras de la ciudad con mi auto en algo así como una carrera ilegal, gracias a ello estuve unas horas en la cárcel pero nada que el dinero no pudiera arreglar. Por desgracia, los chismes de los periódicos son difíciles de ocultar.

—El hecho de que alguien esté detrás de mí no va evitar que haga lo que quiero —tomé una de las carpetas.

—Es cierto, tu estupidez no tiene remedio —sonreí al igual que él—. ¿Vas a revisarlos?

—No —arrojé la carpeta sobre las otras—, contrata a quien tú quieras, me da igual.

—Está bien, le diré que venga antes de que salgas —se levantó de su asiento.

En cuanto West salió, Allison entró. Lo saludó y se sentó en el mismo sillón en el que estaba él hace un momento.

—¿Te hiciste cargo de la rubia?

—Sí, dijo que la llamaras para hablar, te dejó su número —colocó un papel sobre el escritorio.

—Sabes que no lo voy a usar —le dije sonriendo.

***

Después de revisar algunos papeles, firmar otros y dar órdenes e indicaciones, West subió a informarme que me esperaban abajo.

Bajé junto a él mientras me daba detalles sobre mi guardaespaldas, según los datos había logrado capturar a varios delincuentes muy buscados, tenía reconocimientos y honores, y todo eso él lo resumió diciendo que era muy bueno. La verdad es que para mí todo aquello no tenía relevancia, no veía a un escolta como algo necesario sino más bien como una carga.

En cuanto salí pude divisar a una mujer junto a mi auto. Iba vestida de negro, tenía la apariencia de un motociclista, tan sólo le hacían falta las púas de metal en la chaqueta. Observé a detalle como apagaba un cigarrillo con su tacón antes de levantar su rostro hacia nosotros. No recordaba haberme acostado con una mujer tan sensual como la que estaba viendo en ese momento.

Nos acercamos un poco más y noté que llevaba su cabello negro suelto y sus ojos tenían un verde impresionante, nunca había visto algo parecido.

—Tony, ella es la persona de la que te hablé —dijo West a mi derecha.

—Soy Elizabeth Collins —la pelinegra me tendió la mano con una perfecta sonrisa en la cara.

—Tony Steele —le respondí al tiempo que le daba la mano.

Dios, estaba buena.

—Ella va a ser tu escolta personal —me afirmó West.

Creí haber oído mal ¿Una mujer va a ser mi guardaespaldas? No, esas cosas no pasaban más que en las comedias.

Corazón Antibalas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora