13. Sin luz

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Elizabeth estaba sentada en el sofá mientras yo buscaba una linterna en la cocina, aunque la chimenea nos iluminaba perfectamente. Cuando encontré la linterna empecé a buscar en la alacena algo para tomar. Primero encontré dos vasos y después la bebida. Llevé la botella y los vasos a la mesa que estaba en el centro de la pequeña sala.

—¿Para qué el vino? —preguntó ella.

—Ya que no hubo fiesta, nosotros vamos a hacer la nuestra —serví el vino en los dos vasos.

Me senté en el piso, la invité a ella también y se sentó junto a mí. Le entregué el vaso con la bebida y noté que llevaba puesto el anillo.

—Vino en un vaso, que elegante —dijo con ironía y riendo.

—¿Le gustó su regalo de cumpleaños? —le dí un sorbo a la bebida.

—No debería escuchar conversaciones ajenas —me observó.

—¿Por qué no celebra su cumpleaños? —a pesar de la poca luz pude notar en su rostro la tristeza, suspiró.

-Porque —le dio un trago al vino y continuó— justo el día de mi cumpleaños mi familia murió en un accidente de tránsito —asentí sin decir nada, por un momento solo es escuchó la lluvia caer alrededor.

—Yo... pasé por algo similar —me observó nuevamente.

—¿También perdió a su familia?

—Algo parecido, mi madre se suicidó, hace diez años.

—¿Por qué? —suspiré con pesar y le dí otro trago a mi bebida.

—No lo sé, mi madre enloqueció después de que se separó de mi padre. Empezó a olvidar cosas, incluso se olvidó de mí y hasta de ella misma.

—¿Estaba enferma?.

—Sí —observé el fuego de la chimenea—. En una ocasión la encontré fuera de casa esperando a mi padre bajo la lluvia. Después de eso tuve que internarla en una clínica psiquiátrica por su propia seguridad.

—¿Y su padre? —hice una mueca.

—Para mí él no es mi padre, traicionó mi confianza así como la de mi madre por eso me fui de casa con ella. Encontramos a mi padre con su amante, y su amante era mi novia en ese entonces.

—Su historia es más compleja que la mía, debió ser horrible que su madre lo olvidara.

—Sí, lo fue. Pero ya es bastante triste que estemos aquí sin luz como para ponernos más triste con esto —la escuché reír.

—Tiene razón —llené su vaso nuevamente—. Entonces, ¿de qué quiere hablar?

—¿Qué tal de sus ex novios? Me parece un tema interesante —volvió a reír—. Usted dijo que uno de sus ex novio era jinete, eso quiere decir qué hay más.

—Pues sí, tuve varios y todos tenían diversos talentos, unos más que otros —susurró lo último.

Si se trata de talentos, yo soy muy bueno, si no puede preguntarle a la esposa del argentino.

—Uno era músico, otro era piloto, otro pintor, poeta, chef, incluso tuve uno que era tatuador.

—Son muchos.

—No muchos en comparación de usted, he leído acerca de su reputación, estoy segura que ha tenido muchos amores.

—La última novia que tuve fue hace diez años, y como le dije era amante de mi padre, desde allí se podría decir que no me he enamorado de nuevo —reí—. Es mejor así.

—¿Y no ha sentido nada por una de las chicas con las que se ha acostado?

-No, la verdad no —di un largo trago al vino de mi vaso ante mis sinceras palabras.

Pues sí, yo era un desdichado en el amor pero como dije, así es mejor.

Continuamos hablando de diverso temas como de Steele Industries, su producciones y funciones. También hablamos de la escala que había tenido Elizabeth para llegar a tener altos reconocimientos. Y realmente habían sido muchos. Es por lo cual no comprendo como pudo dejar la policía.

El reloj que estaba sobre la chimenea indicaba que era la 1:03 AM. Elizabeth tenía su cabeza apoyada en mi hombro, se había quedado dormida. Muy cuidadosamente la tomé en mis brazos y la llevé hasta la habitación. La recosté en la cama, le quité los zapatos y retiré un mechón de pelo que le cubría el rostro. La contemplé por un momento, cada una de sus facciones eran perfectas. Incluso dormida no dejaba de ser hermosa. Acaricié su mejilla con mis nudillos y deslicé uno de mis dedos por sus labios, esos que estuve a punto de besar. Y antes de que pudiera terminar lo que dejé inconcluso en la tarde, me levanté y fui a mi habitación.

Me sentía tan bien conversando con ella, contándole cosas que sólo sabía mi mejor amigo. Sentía tanta confianza en ella que no me importaba contarle la triste historia de mi vida, pero ¿era sólo confianza lo que sentía por ella? ¿Era algo más?

Claro que conocía la respuesta.

Corazón Antibalas © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora