Más alto e intimidante de lo pensado, un hombre robusto y calvo con ojos rojos y olor a químicos le sonreía de manera fétida, repugnante. Rose sabía que aquél podía noquearla de un golpe, y para ser sinceros ella nunca había golpeado a nadie, ni siquiera estaba seguro de saber cómo hacerlo.
—Por favor no me toque— pidió retorciéndose, intentando zafarse.
—¿Quieres pasarla bien? — preguntó mostrándole una pastilla blanca que deliberadamente vertió sobre el vaso de Rose y se disolvió.
—No estoy interesada— repitió entregándole el líquido adulterado.
El hombre la tomó de la mandíbula con fuerza y sonrió sintiéndose superior, con deseo repulsivo en la mirada.
—A mí nadie me dice que no— culminó el hombre acercándose a sus labios para intentar besarla. Los ojos de Rose se volvieron acuosos.
—¡Suéltala! — gritó Laura rasguñando el brazo de aquel hombre. Quien al verla enfureció y de un solo golpe la mandó contra el piso. Mora intentó detenerlo pero fue inútil y terminó igual que su amiga.
Todo era tan rápido que en un parpadeo ya había ocurrido; el hombre aprisionaba el cuello de Rose y cuando esta rasguñó su regordete rostro, el extraño desesperado alzó el puño dispuesto a mostrarle quien mandaba.
De repente Rose respiró una vez más, había sido liberada, le costó comprender lo que había ocurrido. Massimo había salido de la nada y había tacleado al hombre, se encontraba en el piso atinado golpes por doquier, parecía un oso grizzly, salvaje y lleno de rabia. A diferencia del atacante Torricelli no tenía armas ni anillos para defenderse y golpear con dureza. Lo estaba sometiendo únicamente con sus puños.
Rose corrió hacía sus amigas, quienes ya eran auxiliadas por los guardias de Massimo. Cuando el hombre quedó inconsciente el italiano fue separado, aún con furia latente.
Rose lo vio; sus ojos marrón ahora tenían tonalidades negras como la noche, sangre se deslizaba por la comisura de su boca y sus puños tenían las marcas de lo ocurrido, sangraban igual que el inconsciente.
Massimo se alejó del lugar, les hizo una seña a sus guardias ordenando que se quedaran con las chicas y las cuidaran. Salió sólo del lugar, comprendiendo la mirada acusatoria de Rose.
La cabeza de la chica daba vueltas incesantes, sus amigas parecían estar bien y los hombres de Massimo cuidaban de ellas. Movida por sus sentimientos salió corriendo del bar, en busca de Torricelli.
—¡Massimo! — gritó Rose provocando que se detuviera. —¿Qué haces aquí? ¿Qué demonios fue eso?
Massimo se giró, quedando ante ella y se limpió la sangre de la boca con un movimiento violento.
—Lo siento — soltó, la menor no se lo esperaba — Juro que tomé mi distancia, no iba a intentar nada, pero cuando ese hombre te atacó no pude evitarlo— su tono comenzó a ser más obscuro — quería matarlo.
—Quizás lo hiciste — Massimo sonrió con amargura, pensando que una más o una menos no hacía estragos en su conciencia —¿Por qué estás aquí?
—Te dije que voy a cuidar de ti.
—Deja de fingir que te importo, que te importé alguna vez, no vas a conseguir nada.— estaba herida y muy confundida.
—Veinticinco — respondió el mayor.
Rose se quedó mirándolo confundido
—¿De qué hablas?
—Cuando comimos juntos por primera vez dijiste que tenías lunares — recordó el Massimo— los conté tantas veces que es el único número que recuerdo. Tienes veinticinco lunares y recuerdo la ubicación de cada uno.
Rose derramó una lagrima que no pudo contener.
—¿Por qué me haces esto?— preguntó dolida— Me fui de ahí porque me soltaste, me desechaste. Estábamos juntos y de repente me rechazaste, yo me fui, pero corrí porque ya no tenía nada. Te habías ido y yo no lo había notado. ¿Y ahora vienes a decirme esto?
—Estabas en peligro— Murmuró Massimo— Quizás no te gusten mis decisiones, pero estás a salvo.
—Podía con eso, podía con la idea de nunca estar segura— respondió abrazándose a sí misma, siendo consiente de estar derramando lágrimas incontrolables.
—Pero yo no— confesó en un susurro— Sí te pasa algo yo no podría. Ódiame, pero estas a salvo.— Massimo se acercó a la joven y le dio una tarjeta con su número— si necesitas algo por favor llámame.
El mayor culminó alejándose hacia su automóvil, al mismo momento en que uno de sus hombres interceptaba a Rose.
—Sus amigas preguntan por usted— mencionó guiándola devuelta al Bar.
Rose secó sus lágrimas, confundida hasta el tuétano. Notó qué el hombre al que Massimo había dejado inconsciente recuperaba poco a poco el sentido, pero ya era llevado por seguridad para la salida.
Massimo había ordenado a sus hombres asegurarse de que las chicas y sobre todo Rose estuvieran bien, pagarían por todo lo que consumieran y las llevarían de regreso a casa.
Laura y Mora tenían un par de moretones, pero habían decidido seguir en el lugar, después de todo la más afectada había sido Rose y el hombre había recibido su merecido.
—No le vamos a dar el poder de arruinarnos la noche— aseguró Mora —Dijimos que te pondríamos ebria y lo vamos a hacer, hay tres gorilas cuidándonos de imbéciles y tenemos cuenta abierta, no imagino un mejor momento para emborracharnos.
Tomaron un shot tras otro, el alcohol comenzaba a inhibir sus sentidos y una bebida dulce y azul llegó a manos de Rose quien la tomó en su totalidad sin respirar.
—Oye grandulón— comenzó la menor caminando hacia uno de los hombres de Massimo balanceándose y hablando sin fluidez por su embriaguez— ¿Por qué Alessia me odia? Si lo piensas bien, yo no le hice nada.
—Torricelli no nos permite hablarte de Alessia
—¿Quién... Quién se cree Massimo para prohibir cosas? —Hipó— Viene aquí y dice "Estás en peligro" y luego dice "No le hablen a Rose de Alessia" y luego dice "tienes veinticinco lunares" y ni siquiera yo los he contado y él dice... Dice muchas cosas... Él dice que me cuida ¿Pero dónde está?
Rose se sentó al lado de sus amigas, Laura le explicaba a Mora quién era Massimo y porqué era tan importante.
—Le voy a mandar un mensaje— decidió sacando su teléfono. Apuntó el número de Massimo y comenzó a redactar; "Me debes muchas respuestas, así que ven aquí y responde, o iré allí y te obligaré"
Sonaba bien en su cabeza, sonaba amenazante y adulta, sonaba madura, o eso creía ellal. A los pocos minutos recibió respuesta.
"Quédate ahí, voy por ti"

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Azúcar En El Infierno
FanfictionRose quiere entrar a la universidad, pero no tiene dinero suficiente para ello. Massimo Torricelli es millonario, y las bases de cada uno de sus centavos fueron construidas con sangre. Massimo se convierte en el mentor de Rose y paga su universidad...