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El Señor Torricelli decidió ir al restaurante en el cual -según sus propias palabras- celebraba todas las ocasiones importantes. El lugar parecía exclusivo e importante, parecía tener una etiqueta clara y por sus ventanas era imposible observar el interior de él. Se estacionó frente a la alfombra roja que cubría la entrada del lugar, y salió del vehículo, Rose desabrochó su cinturón, sin embargo no pudo abrir la puerta, el señor Torricelli rodeó el automóvil y la abrió por ella, le ayudó a salir y la guió hasta la entrada.

—¡Massimo!— saludó un hombre corpulento con acento italiano similar al de su ahora jefe—Joe te ha estado buscando.

—Que coincidencia, yo lo he estado evitando— respondió Massimo entregándole las llaves de su auto, el corpulento señor rió con alegría.

—Le diré que viniste, seguro se alegra de tenerte por aquí de nuevo.

—Vamos, hoy no, vengo con alguien— Tomo a Rose de los hombros y la colocó frente a él a modo de presentación, sin embargo la menor solo alcanzó a sonreír antes de ser apartada por Massimo y colocada a su lado de manera protectora.

—Entonces no te entretengo más, Monic te llevará a tu lugar Massimo, me alegro que regresen buenos tiempos.

Massimo rió entre dientes, como si esto fuera parte de una broma entre ellos que Rose no alcanzaba a comprender.

La tal "Monic" resultó ser una chica pelirroja de largas piernas, resaltadas por un vestido negro demasiado corto y pegado a su cuerpo con apariencia de que su simple compañía costaba millones, los guió por un elevador hasta una mesa cercana al balcón.

Rose se sentía fuera del lugar, parecía la hija adolescente, la chica que come en Bruger King. Cuando la señorita PiernasLargas se retiró con un "En un instante te traigo la carta Massimo" Rose tomó la silla y se dispuso a sentarse, sin embargo el señor Torricelli acercó primero la silla a la mesa para ayudarla. "Genial" pensó el menor, "ahora creerá que de modales no sé nada". La verdad es que le punzaba el estómago pensar que aquella chica conocía al mayor a un nivel personal, el suficiente para llamarlo simplemente "Massimo" la envidia le corroía. El señor Torricelli se sentó frente a Rose y le sonrió.

—Me encargué de que todo este piso estuviera reservado solo para nosotros— anunció como si se tratase de un secreto— Así podrás comer sin preocuparte y pensar en etiquetas

—No... No sé qué decirle señor Torricelli, muchas gracias— se conmovió por la acción, nadie nunca había tenido un detalle tan atento y caro con ella.

El señor Torricelli rió y cuando estaba a punto de formular una frase fue interrumpido por "Monic PiernasLargas"

—Massimo, te traje una cartilla por simple protocolo, pero ¿Quieres lo de siempre? Me lo sé de memoria— Monic rió coqueta mientras tomaba del hombro a Massimo "¿Por qué me está ignorando?" preguntó internamente Rose

—Sí, para mí lo de siempre, y para la niña un filete, puré de papa con aderezo y ensalada, y para tomar una limonada rosa.

—Claro Massimo.

Para cuándo la chica se había ido la cara de Rose estaba roja producto de la furia contenida.

—¿Qué... Qué fue eso?— Tartamudeaba al hablar - quizás el efecto Torricelli en su sistema- sin embargo no podía callar su furia repentina.

—¿A qué te refieres?— preguntó Massimo inclinándose sobre la mesa con curiosidad observándola de aquella manera tan singular; como si estuviera analizando cada una de sus células.

—Yo...— no se podía acobardar ahora ¿Podía?— Has ordenado sin preguntarme... Quizás... Quizás soy alérgica al filete.

—No eres alérgica al filete.

—Eso no lo puedes saber.

—Sí, si puedo, leí tu historial clínico, alergias, operaciones, todo lo sé— le dejó sin habla ¿Eso no era un poco muy acosador?

—Bu... Bueno, quizás no quería pollo, o puré... El punto es...

—Entiendo— dijo Massimo con una sonrisa de satisfacción, notó que nunca lo había visto sonreír, no así, no con esa fascinación —Lo lamento, es la costumbre... Para que estés bien dejaré que pidas mi postre, y si quieres cambiar tu platillo— le pasó el menú— aquí está la carta

—Gra... Gracias señor Torricelli— ahora la rubia se encontraba apenada, se había enojado porque Massimo había pedido su cena sin siquiera preguntarle, pero sobre todo por haberla ignorado olímpicamente frente a PiernasLargas, sin embargo ahora se sentía torpe y tonta, como una niña que acababa de hacer una rabieta.

Observó la carta, todo parecía estar escrito en un idioma que no conocía, los nombres de los platillos eran imposibles de nombrar

—Señor Torricelli— toda su autoestima y orgullo propio estaba a punto de desbordarse — Yo...

El sonido del ascensor anunció que alguien había subido al piso ¿Monic Piernaslargas?

—Ven aquí Monroe

—¿Cómo?— ¿Quería que se sentara en su regazo?.

—Ahora— ordenó, su semblante había cambiado, ¿furia? Sus ojos mostraban muchos sentimientos, y ninguno de ellos era positivo.


Azúcar En El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora