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—¡Shot! ¡Shot! ¡Shot! — gritaban todos a Rose, su rostro escarlata evidenciando su embriaguez.

—No, ya no puedo— admitió la chica rechazando el trago azul neón que le ofrecían.

—¡Rose ya no puede!— gritó una chica de rasgos latinos—¡Paguen!

—¡No! — gritó Rose —Sí puedo, ese dinero es mío— argumentó tomando entre sus ya temblorosos dedos la décima bebida embriagante. Emma la veía con fingido reproche, pero era su cumpleaños, y la chica realmente nunca llegaba a ese límite, así que le permitía un poco de libertad.

—¡Lo logró! — Celebró la chica latina— denme ese dinero, la cumpleañera se lo ha ganado.

La mano de la chica se llenó rápidamente de diversos billetes de cien dólares.

— Se los dije— celebró Rose antes de correr al baño dispuesta a vomitar toda la mescolanza de alcoholes que había ingerido en un par de minutos.

—Te dije que no lo hicieras— reprochó Emma entrando al baño sin importarle la fila de chicas que había en la salida.

—Fue divertido, muy divertido — respondió Rose levantando su rostro del retrete, limpiando el vómito de su boca, llendo en dirección a los lavabos antes de tropezar con un objeto inexistente y caer de lleno.

Su tía Emma la levantó, lavó su cara en el lavabo y la sacó del baño.

—Creo que Rose ha perdido la batalla, y son las...— Emma vió su reloj— cinco de la mañana, así que nos vamos chicos, gracias por organizarle todo.

—No te preocupes Emma, nosotros pagamos ¡suerte con tu chica!— culminó la fémina latina entregándole el dinero de Rose.

Tomaron un taxi que las llevó al pequeño departamento en el que vivían.

—Estaba pensando en comprar ponis con el dinero— murmuró Rose arrastrando las vocales, evidenciando su alcoholizado sistema— Le pones sombreros a los ponis y cobramos porque los vean.

—Suena como una gran idea, cielo— se mofó Emma sacando su celular para grabarla —¿Me lo repites?

—Ponis— susurró Rose —¡Con sombreros!

—Y ¿Cómo los alimentarás?

—Con amor Emma, es... —Hipó— el alimento del alma

—Creí que renegabas del amor.

—¡shhh! — calló Rose— Que no se entere Emma.

—No se enterará, ¿Pero por qué no quieres que lo sepa?— preguntó la mujer intrigada.

—Porque creerá que soy la misma estúpida niña de preparatoria— Rose alzó su mano con triunfo — ¡Y ahora soy universitaria! Ya crecí, y no necesito basura en mi presente.

Emma sonrió y acarició la cabeza de la chica quien se dejó llevar y terminó recostada sobre las piernas de la mujer.

—Estás haciendo un gran trabajo mi niña— susurró la mujer con amor.

...

La mañana siguiente Rose fue despertada por su celular que no dejaba de sonar con desespero. No entendía el porqué, era domingo y estaba segura de haber apagado todas las alarmas.

Tomó su celular, siendo presa en el instante de la resaca atacando su sistema. Se sentía morir. La cabeza le iba a explotar.

Su celular sonó una vez más, notando que se trataba de una llamada.

Azúcar En El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora