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Corazón palpitante y alma anhelante, el beso fue cálido, como los besos que le había dado en la noche para desearle dulces sueños, pero este sabía a menta, lima y alcohol.

Sin embargo su mente pronto regresó a Rose al lugar en donde se encontraba y se separó de Massimo. Observando incrédula que nadie parecía notarlo, y si alguien lo había hecho los había ignorado.

—Señor Torricelli, estamos en publico— recordó la menor apenada

—A ellos no les importa— informó el empresario —Para ellos no soy ni el primero ni el último que tiene una relación con una joven trabajadora

—Señor Torricelli...

—Eso no significa que solo seas una trabajadora, significa que la prensa no puede entrar aquí y que me estoy muriendo de ganas de follarte desde que te vi en ese vestido.

Rose tomó del cuello al mayor y lo atrajo a sí, fusionando sus labios a los suyos. Era curioso el suceso entre ellos dos, cuando más cerca estaban era más difícil saber en dónde comenzaba Rose y en donde Massimo, si los veían en conjunto era posible ver a Rose oculta en las acciones de Massimo, y al mayor en la sonrisa de la chica, como si ambos fueran una extensión de ellos mismos, como si fuera imposible separarles sin dañarlos, sin romperlos.

Los ojos de Rose brillaban cuando se separaron para tomar aire, su sonrisa se notaba tímida, pero auténtica, le gustaba poder besar a Massimo sin preocuparse, en un mundo perfecto habría sido lo primero que habría añadido, no tener que ocultarse.

La noche había continuado, siendo casi imposible sacar a Rose de la trampa que eran los brazos de Massimo. Siendo ignorantes de la presencia de Alessia, quien los vigilaba desde la planta alta, preguntándose ¿Cómo Rose había logrado acercarse tanto a Massimo en tan poco tiempo?

—Se... Señor Torricelli, me hace cosquillas — murmuró Rose entre pequeñas risas.

Habían llegado a su habitación en el hotel y Massimo no había tardado ni cinco minutos cuando ya tenía a Rose totalmente desnuda sobre la cama, bocabajo. Se encontraba besando la línea media de su espalda, desde el cuello hasta que comenzaba su trasero. Su barba le picaba y le hacía cosquillas a la joven, pero le encantaba, le llenaba de ilusión saber que tenía esa clase de privacidad con el hombre.

Esta vez no había prometido no tocarla, de hecho en la reunión había admitido querer follarla, y si lo intentaba la joven sabía que lo dejaría, porque ansiaba ser poseída por ese hombre, porque no imaginaba a nadie más tocándola.

Sin embargo no lo hizo, el mayor terminó dormido en la espalda de Rose, abrazandola, protegiéndola, escuchando su respiración, fingiendo que podía vivir en esa realidad sin tener consecuencias.

...

Al día siguiente Rose fue despertada por Massimo, quien repartía en su rostro cortos besos. Le encantaba despertar así, envuelta de amor, de seguridad, era como palpar un pedacito de cielo.

—Despierta, es hora de irnos, ya hice las maletas.

Rose se levantó, vistiendose en segundos. Era momento de regresar a su recurrente vida en Nueva York. Salió del hotel y subió a un auto con Massimo que los llevaría al aeropuerto.

Ya en el avión ambos se encontraban desayunando, uno frente a otro en la clase VIP que parecía ser más bien un área privada solo para ellos.

—Señor Torricelli ¿Puedo preguntar algo?

—Claro ¿qué ocurre?

—¿Por qué construyó Torricelli Industries?

Massimo se mantuvo pensativo durante unos segundos, jamás le habían preguntado tal asunto, todos habían dado por hecho que los empresarios construyen imperios por el simple placer de poder y dinero.

—Bueno— Massimo bebió jugo —Siempre me gustó construir cosas, me hacía muchas preguntas todo el tiempo, crecí con limitaciones, y la mayoría de mis preguntas no se resolvían, pero eso solo hizo que mi curiosidad aumentara. Nunca creí realmente que podría vivir de mi curiosidad. Y me alejé de todo ello por problemas económicos. Un día conoci a un hombre — el semblante de Massimo cambió ¿dolor?— era un genio, y vió un reloj que construí con chatarra y energía solar. Fue la primera vez que sentí que alguien me admiraba, yo era un don nadie. Me dijo que tenía que hacer de este un mundo mejor, que podía crearlo y que tenía el potencial para cambiar al mundo con mis propias manos, y comencé mi camino hacia Torricelli Industries, comencé con un reloj solar y cuando comencé a hacer las cosas en grande... fue el auto con energía solar, eso fue lo que comenzó a reunir la fortuna y de ahí no paré.

Rose se encontraba anonadada, ¿había descubierto un pedacito de Massimo que nadie más había encontrado?

—Y tú pequeña ¿Qué quieres hacer de tu vida?

—Yo... Me encantaría seguir con la ciencia, con la tecnología... Desde niña me encantaba armar cosas, mi padre fue un inventor, mi mamá decía que saqué su ilusión por lo nuevo, por descubrir, si un día puedo hacer algo que realmente ayude sería un sueño. Mi familia siempre tuvo centavos en los bolsillos y con mis inventos quería hacer su vida más fácil, menos dura, quería que la vida no les pesara tanto. Hice muchas cosas, la mayoría no funcionaba del todo, pero un día hice una máquina de coser para mi tía con cosas que encontré en la basura, le encantaba, y realmente funcionaba... Y ahora usted... Usted tiene el reactor de energía y podrá hacer grandes cosas con él... Eso quiero... Que las personas que quiero vivan mejor.

Massimo se quedó observándola, admirando a la chica, como si descubriera en ella algo que no había visto antes, como si una estrella estuviera naciendo ante sus ojos. Era como si entendiera al destino.

—Ven aquí— pidió Massimo extendiendo los brazos.

Rose sonrió y obedeció al mayor, sentándose sobre su regazo abrazándolo y ocultando su cara en su cuello.

—Suena un poco Disney ¿No?— preguntó Rose en un murmuro— querer que todos estén bien

—No— aseguró Massimo abrazando a la chica, acariciando su espalda —Sólo te convierte en una buena persona.

El regreso a Nueva York fue como Rose lo esperaba, su tía la recibía con gusto y volvía a fingir que Massimo no representaba una carga emocional directa para ella. Volvía a fingir que estar junto al empresario no la disolvía en emoción.

Massimo se fue del aeropuerto rodeado de guardias, sin despedirse ni con una mirada cómplice, y le dolía a Rose porque después de Orlando esperaba más cercanía, porque ahora que le entregaba el corazón a Massimo se encontraba vulnerable, pero seguía siendo Massimo Torricelli, el empresario, el jefe... Seguía siendo el Massimo de otros.


Azúcar En El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora