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"Se lo preguntaré directamente" Afirmó la joven cuando caminaba hacia la empresa en la que trabajaba. "Massimo Torricelli, ¿que tan limpio es tu dinero?"

Si, claro, como si ella fuera alguien para pedirle cuentas a Massimo. Rose se recordó meses atrás; Emma llorando una noche más en la sala, porque uno de los hombres con los que se había acostado por dinero la había golpeado. Se recordó a sí misma llorando a lo lejos, porque no era capaz de decirle a su tía que sabía lo que estaba haciendo por mantenerla, jamás la haría pasar por esa vergüenza. Y ahora, gracias al dinero constante que le daba Massimo no había tenido que pedirle un solo centavo a Emma, y había cubierto el presupuesto de sus proyectos, exposiciones y material escolar que necesitaba.

Emma lucía más viva, más feliz cuando hablaba sobre su trabajo de costura, sin preocuparse por el dinero, o por qué comerían el día a día.

Y cuando Rose se encontró frente a frente con Massimo en su despacho solo pudo lanzarse a sus brazos y besarlo con desespero. Porque estaba agradecida, realmente la había sacado del infierno en el que estaba.

— ¿A qué debo esta visita sorpresa?— preguntó Massimo sentando a la menor sobre su escritorio

—Yo... Yo solo pasaba por aquí— su intrépido instinto ya se había apagado, volvía a ser la chico normal llena de vergüenza — y quería decir gracias

—¿Gracias?

—Sí, estaba en el fango cuando llegaste a mi vida, y ahora solo tengo cosas buenas. Gracias.

Massimo abrazó con fuerza a la chica y besó su frente, la menor pasó sus piernas alrededor de la cadera del hombre y pegó su pelvis al miembro del hombre, Massimo besó con fuerza a la rubia y fueron interrumpidos por alguien llamando a la puerta.

—¿Si?

—Señor Torricelli— llamó la secretaria — le recuerdo que su viaje ya está organizado para mañana en la mañana, todas las juntas están canceladas

—Gracias— gritó Massimo a la secretaria sin separarse de la menor a quien besó una vez más y murmuró — ¿Quieres acompañarme a un viaje?

La garganta de Rose se cerró ante la impresión y comenzó a toser. Massimo se separó y tomó un vaso de whisky que sirvió con agua y se lo ofreció.

—No necesitas contestar ahora, no será un viaje largo, es a Orlando, en Florida, un viaje de dos noches, dos días. Puedo firmar tu permiso en la escuela, y si lo necesitas puedo hablar con Emma.

La menor no sabía qué contestar, admitía que estar solo con el empresario le causaba miedo, más bien la constante presencia de la palabra "sexo" entre ellos dos. Tener relaciones le aterraba a un nivel increíble, no se había detenido a pensar que estar con alguien traía con sigo el dolor de la primera vez. Y ahora le daba miedo.

—Lo pensaré— admitió Rose fingiendo que no pasaba nada, su rostro evidenciando su realidad

—Bien, nos veremos a la hora de la comida— respondió Massimo finalizando la conversación.

La menor colocó sus pies sobre el suelo y caminó hacia el elevador, cerrando el despacho de Massimo a su paso.

El ascensor se abrió ante ella y mostró a una esbelta mujer con un brillante traje gris, ojos azules y cejas definidas, la reconocía del restaurante en donde Massimo y ella habían cenado por primera vez. Alessia, su nombre retumbaba en su cabeza con eco.

—Hola— saludó la mujer de manera cordial saliendo del ascensor— Rose ¿cierto?, soy Alessia

—Un gusto de nuevo— respondió Rose nerviosa, había algo en la sonrisa permanente de la mujer que activaba alertas rojas en su cabeza— Viene... ¿Viene a ver al señor Torricelli?— preguntó la menor recordando que ante la última junta entre ellos dos Massimo había llegado ahogado en alcohol.

Azúcar En El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora