Massimo fue ágil cuando el avión aterrizó. Apenas tocó suelo Newyorkino se dispuso a buscar a Alessia, el primer de muchos eslabones que debía mover para encontrar al muchacho.
—Alessia
Massimo entró a su despacho y encontró a Alessia sentada sobre su silla, su mirada revelaba diversión, totalmente despreocupada
—Massimo, supe que me estabas buscando... La pregunta es... ¿Porqué?
—Secuestraron a Rose— informó mostrándose furioso
—¿Cuál de tus amiguitos regresó de la tumba?— preguntó Alessia burlona, ella sabía todos sus pecados.
—Ninguno Alessia, sabes que los maté a todos— confesó de manera agria
—Bueno... Los muertos tienen familiares
—Cuando digo que los maté a todos — Massimo suspiró pesadamente, los cientos de gritos replicandose en su cabeza —Es porque los maté a todos, esposas, hijos, no quedó nadie.
—Eso no es cierto— soltó Alessia con una sonrisa
—¿A que te refieres?— la sangre abandonó el rostro del mayor, no era posible
—Ambos sabemos que perdonaste a alguien
Massimo enfurecido arremetió contra Alessia, golpeandola sin piedad.
—¡Fuiste tú, hija de perra! — gritó Massimo golpeando la cara de Alessia contra la esquina del escritorio— ¡Tú secuestraste a Rose!
—No fui yo— respondió Alessia intentando levantarse, limpiando la sangre que emanaba de su boca. No perdía la diversión de su rostro.
—¿Entonces cómo...
—Lo sé todo de ti Massimo, eso hacen los amigos. Sé tu secretito.
Massimo levantó a Alessia del suelo y la ayudó a sentarse en el escritorio. Agobiado por todas las emociones conllevadas.
—Entonces como amigo, te pido que muevas a tus hombres a buscar a Rose
—Sabes que no puedo hacer eso Massimo, les debo mucho dinero— acarició su propia mandíbula, recuperándose del golpe del hombre. Sonrió al verlo preocupado.
—Les pagaré lo que necesiten— argumentó el empresario, buscando su chequera, dispuesto a pagar lo que fuera necesario.
—No quiero tu dinero... Quiero la mitad de tu empresa
—Alessia
—Alessia nada, si quieres que mis hombres busquen a tu muchacho el precio es la parte de tu empresa que le diste al niño
—No puedo— Massimo estaba contra la espada y la pared.
—Entonces tu niño va a morir— Massimo tomó del cuello a Alessia de manera amenazante ante sus palabras —No me asusta que me trates rudo, y sabes que los únicos que conocen cada centímetro de esta ciudad de sombras son mis hombres, sin ellos estás perdido.
—Yo hice el trabajo de diez de tus hombres
—Hiciste, tiempo pasado, hace años que no manchas tus impolutos trajes... Y la ciudad cambia, y con ella los barrios
Massimo soltó a la mujer y sintió su celular vibrar, un mensaje. Al abrirlo descubrió un set de fotografías sobre Rose en el fango, sucia, desnuda, un par de botas pisando su rostro, la niña sangrando.
—La mitad de Torricelli Industries, pero quiero a la niña antes que caiga la noche— sentenció el hombre con mirada llena de odio— y quiero al responsable vivo.
—A sus órdenes, socio— murmuró Alessia alegre, saliendo del despacho de Massimo, tomando su celular para reunir a sus hombres y buscar a la niña perdida.
Massimo se quedó en medio de la devastación que era su despacho, había cosas tiradas y rotas, la sangre de la cara de Alessia había permanecido sobre su escritorio.
Massimo sentía por primera vez después de mucho tiempo que las cosas se iban de su control, que su pasado regresaba por él para cobrarle todas las muertes que habían pasado por sus manos.
Familias enteras, sin importar la edad, había matado a todos sin piedad, sin arrepentirse. Que ahora secuestraran a Rose significaba que lo tenían en el radar, y también a Emma y su familia.
—Me alejaré— prometió a sí mismo, no soportaría la cara de horror de la chica al enterarse de lo que había hecho en su pasado, si es que no lo sabía ya. —Estará a salvo si me alejo.
Alessia había reunido a sus hombres, aquellos que hacían el trabajo sucio por ella. Les mostró la foto de la chica y les ordenó que la buscaran, que mataran a quien tuvieran que matar y que después le entragaran el secuestrador a Massimo. Les sugirió que buscarán a las afueras de la ciudad.
–Y cuando terminen, celebraremos, porque la ciudad de Nueva York será nuestra— proclamó reinante, extasiada de su grandesa robada y de su poderío.
Al otro lado de la ciudad se encontraba Emma, afuera de su casa, hablando con un hombre que prepotente decía ser el dueño del departamento en el que residía.
—Usted es la que no entiende mujer, esta casa es mía— explicó el obeso hombre —Mi padre acaba de morir, su única herencia es esta casa, así que tiene que desalojarla de manera inmediata.
—¡No!— Gritó Emma exasperada— Mi difunta hermana pagó centavo a centavo por esta pequeña casa, yo vi cuando hizo el contrato con su padre.
—Lo que usted no entiende es que este contrato — el hombre mostró el papel en el que se presumía estaba el contrato— no tiene validez. Le faltan dos firmas, la mía y la de mi madre como testigos. Así que legalmente este contrato nunca se celebró.
—Mi hermana se quebró la espalda por pagar esta casa— gritó la mujer con dolor— Usted no puede hacernos esto.
—Es una lástima Emma, porque ya lo hice— sentenció el hombre rompiendo el papel— Quiero esta casa desalojada dentro de quince días.
Todo se estaba derrumbando poco a poco, pareciera que el universo se estaba cobrando la felicidad que una vez ofreció, y Rose era la que peor la pasaba. Dentro de la casa de madera a las afueras de la ciudad había pasado mucho sin probar agua o alimento, había muchos hombres, era consciente por las múltiples voces que escuchaba, ninguna conocida. La habían golpeado hasta el cansancio.
—¿Porqué estoy aquí?— preguntó Rose en un murmuro— Sí quieren dinero se los daré, yo... Yo puedo darles todo el dinero que necesiten— un estridente golpe en la mejilla la mandó al piso, sus ojos seguían cubiertos por una venda
—Escucha bien rata, quien nos manda no quiere tu dinero, lo que quiere es hacerte daño— proclamó el hombre rubio que la había golpeado— Y quizás dañar un poco a Torricelli
—¿Por qué? — susurró — el señor Torricelli no ha hecho nada malo, es un hombre amable y bondadoso.
El hombre rió con diversión.
—Ese hombre tiene más muertes en su espalda que todos nosotros juntos, es un monstruo— pronunció agriamente—pero tú... Tú estás enamorada de él — el hombre soltó una carcajada— Pequeñina, vas a terminar muerta, si no lo hacemos nosotros, alguien más eventualmente lo hará.

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Azúcar En El Infierno
FanfictionRose quiere entrar a la universidad, pero no tiene dinero suficiente para ello. Massimo Torricelli es millonario, y las bases de cada uno de sus centavos fueron construidas con sangre. Massimo se convierte en el mentor de Rose y paga su universidad...