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Habían pasado horas, el sol había caído y Rose no llegaba con Emma, al principio la mujer se había consolado, creyendo que estaría con Laura viendo alguna película en su casa, como acostumbraba con anterioridad. Sin embargo cuando logró ubicar a la fiel amiga se topó con la noticia de que al terminar el instituto Rose había ido directamente a casa.

Asistió a la policía de manera infructuosa, decían que era normal que las adolescentes escaparan unas horas de sus padres. Pero ellos no conocían a Rose, la chica jamás habría dejado a su tía sin un mensaje, siempre había logrado comunicarse con ella, aún cuando no tenía celular.

Emma desesperada buscó por todas partes, recorrió el camino de la escuela una y otra vez, las lágrimas amotinandose más sobre sus ojos a cada paso. No lo entendía, y no tenía a dónde ir, no tenían más familia, solo era Rose y ella.

Llegó al edificio de Torricelli Industries, su última oportunidad, ella sabía que Massimo se había ido a Italia, pero quizás tenían información de Rose, tenían alguna forma de contactarla.

La mano derecha de Massimo, Alexandria, recibió a Emma preocupada, llena de pánico por no encontrar a su sobrina.

—Rose, mi niña, trabaja aquí ¿Han sabido algo de ella?

—¿Rose Monroe? No se ha presentado en la última semana

—Yo se eso— Emma hipó, sentía que estaba enloqueciendo de dolor, sabía que otra persona no se preocuparía por algo así, pero ellos no entendian que su niña no era la clase de persona que desaparece sin dejar rastro— no se nada de ella desde la tarde, ella nunca se va sin decirme, la llamé al celular pero no me contesta.

El dolor parecía ser un ente que se propagaba por todo el cuerpo de Emma, de repente todas sus pesadillas se habían hecho realidad, las noticias sobre jóvenes desaparecidos cobraban vida, se encontraba a sí misma en un callejón sin salida, sin saber qué hacer para recuperar a su hija.

Alexandria se apresuró a mandar mensaje por todas las vías a Massimo, informándole el asunto. También llamó a Happy y a dos de los hombres de confianza del empresario.

Los hombres de Torricelli recrearon el trayecto de la joven Rose sobre una camioneta de la empresa. Esperaban dar con algún indicio de su búsqueda, sin embargo era infructuoso, parecía que la tierra se había tragado a la joven.

—Señora Emma, Massimo ya se enteró de que la chica está desaparecida — informó Alexandra leyendo su celular —El señor Torricelli viene en camino.




Estaba asustada, le habían quitado todo, solo había conservado la ropa interior, estaba sentada en el piso, abrazaba sus piernas con temor, la fría pared en la que su espalda se apoyaba era como la mano de la muerte, fría como la misma, recordándole de manera constante lo efímera que era la vida, como si estuviera esperando por ella, como si sus minutos estuvieran contados.

Desde que despertó no había parado de llorar, pero la habían golpeado de manera tan brutal que cuando sintió la sangre emanar de su boca comprendió que no debía gritar, no debía llorar muy alto, comprendió que ellos - fuesen quien fuesen- tenían el botón para apagar su vida.

No lo entendía, no habían pedido rescate por ella, y no parecían querer hacerlo, se habían limitado a humillarla y golpearla. Rogaba a los cielos no ser abusada.

Tenía miedo, su piel temblaba ante el tacto de la brisa que se colaba por la puerta, el único consuelo que obtenía era de su inconsciente, que le recordaba la sonrisa que a Massimo se le escapaba después de cada beso, sus ojos caoba brillantes, era amor, lo sabía, lo sentía, la mantenía con esperanza aún en ese lugar.

Un par de manos la tomaron con fuerza del cuello, tomándola desprevenida debido a la venda que cubría sus ojos y que no tenía el valor de quitarse. La arrastraron hasta salir de la casa, privada del oxígeno golpeó todo a su camino, siendo ofuscada por un golpe seco a un costado de su oreja que la mando directamente al fango.

Terminó con el cuerpo y rostro manchado de tierra acuosa debido a las últimas lluvias de la semana, su rostro aún tenía sangre seca que había emanado de su boca y nariz con anterioridad, formando en su rostro una mezcla de suciedad. Escuchó el sonido del obturador de la cámara. Le estaban tomando fotos.

Lloraba, llena de pena, llena de miedo, le dolía todo, "señor Torricelli, ayúdeme", suplicaba en silencio, Massimo siempre había sido su representación de seguridad, ahora se sentía tan vulnerable como una muñeca de porcelana. La estaban rompiendo.

—El señor Massimo ya ordenó a todos sus hombres que comiencen a buscar a Rose— informó Alexandria a Emma —Y en las noticias ya están ofreciendo una gran recompensa para quien de informes sobre su paradero

—¿Usted cree que la encuentre?

—Sí alguien en este mundo es capaz de encontrar a Rose, ese es el Señor Torricelli.

Massimo se encontraba en un vuelo de regreso a Nueva York, había optado por tomar un vuelo privado, pero seguían siendo horas eternas de viaje. Había intentado contactar con Alessia de manera ineficiente, parecía hacerlo a propósito por todas las veces que Massimo la mandó a buzón.

—Maldita bastarda, nunca está cuando la necesito— murmuró Massimo furioso, una vena saltaba de su frente y era incapaz de siquiera descansar esas horas de viaje. Apenas llevaba una hora en Italia cuando se enteró de lo de la chica y regresó haciendo caso omiso a todo lo demás.

El universo era una maldita perra, él aceptaba el castigo por sus crímenes cometidos, pero Rose no había hecho nada, no tenía por qué pagarlos. Le carcomía el alma imaginar a Rose sufrir ante manos crueles, manos que harían todo por un par de cientos de dólares, manos como las de él mismo.

Era su pena, si alguien merecía el infierno en vida era él, no Rose.

En su cabeza ya se encontraba armando el plan "A", el plan "B" y el "C", no le gustaba actuar de manera neandertal ante los problemas que necesitaban una solución lógica. Pero valla que quería desviarles la columna a los que habían osado secuestrar la chica. Quería destruir sus huesos poco a poco hasta que el dolor y sufrimiento fueran tan altos que irremediablemente muriesen.

Solo necesitaba apoyo; A Alessia y sus hombres.

Azúcar En El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora