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Massimo parecía un hombre más salvaje y menos civilizado bajo los efectos del alcohol, había introducido una de sus manos dentro de la parte trasera del pantalón de la joven, acariciando la delicada curva de su musculo tensándose ante su contacto. Piel caliente y alma vibrante bajo el tacto del hombre, absorto en las sensaciones de la adrenalina que provocaba.

Massimo sin previo aviso tomó la mandíbula de la menor y la acercó a él, atrapando sus labios cereza entre sus dientes, dejando inundar su alcoholizada alma con el dulce sabor de la chica. Massimo, en un desesperado intento de obtener más de la joven introdujo su lengua dentro de su cavidad, apretó su cuello provocando vibraciones en su garganta ante los ligeros gemidos que Rose comenzaba a soltar, casi sin darse cuenta comenzó a balancear con suavidad sus caderas sobre la pelvis del hombre.

Massimo apretaba el cuello de Rose cuando lo besaba y había pasado su mano libre de su trasero hacia la intimidad de Rose, la cual comenzaba a mojarse ante el demandante tacto. Suave piel sabor durazno bajo las curtidas manos del empresario, se sentía como tocar algo de lo que no era merecedor, pero lo ansiaba. Su alcoholizada mente formaba una algarabía de imágenes y sonidos sin sentido, y todos hacían alusión a la frágil chica que se posaba sobre su regazo.

En un momento de claridad mental Rose se sintió asustada por sus propias acciones y la manera en cómo todo parecía querer acabar, así que de un salto se separó de Massimo y corrió hacia el ascensor presionando el botón que indicaba la planta baja con insistencia. Dejando a Massimo con un hueco en el pecho, como si le hubieran arrebatado un pedazo de su ser.

...

A la mañana siguiente Rose despertó con dolor muscular, la garganta seca y fiebre, todo indicaba que le daría gripe. Así que decidió faltar al instituto para quedarse en casa acostada sobre su mullida cama.

Emma bostezó intentando quitar la pereza que traía consigo la mañana. Se encontraba en la cocina, preparando sopa de verduras para que mejorara el estado de salud de su niña, tapó la olla después de haber depositado todos los ingredientes y caminó en dirección a la habitación de Rose que se mantenía obscura.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Emma sentándose en el borde de la cama retirando la compresa de la frente de la chica

—Aún me duele todo— respondió Rose adormilada

Emma sumergió la compresa en el agua que ya había dejado de estar fría y retirando el exceso de líquido la colocó nuevamente sobre la frente de la menor. Tocaron la puerta tres veces y Emma besó la mejilla de la chica, para después alejarse dispuesta a ir a abrir la puerta.

—Señor Torricelli, no lo esperaba— comento confundida al ver al empresario frente a su puerta

—Un gusto señorita Emma, disculpe mi inesperada visita, ¿Se encontrará Rose? Fui a su instituto, pero me dijeron que no había asistido

—Así es, de hecho se encuentra en cama, amaneció un poco enferma y tiene que reposar— anunció Emma como disculpa — ¿la necesitaba para algo importante?

—En realidad quería disculparme, el día de ayer me retire a una junta importante y la dejé esperando sin informarle que no regresaría. Había pensado en darle el recorrido por la empresa. Pero en vista de los estragos a su salud me parece que será imposible.

—Así parece... Pero le avisaré que vino a disculparse, muchas gracias por su atención.

—¿Me podría facilitar el número de teléfono de Rose? Apenas hoy he caído en cuenta de que no lo tengo

—Oh— Emma rió incomoda —Rose no tiene teléfono celular, siempre utiliza el teléfono de casa

—Oh, ya veo, entonces sin más por el momento, me retiro

Emma cerro la puerta y se dirigió nuevamente a la habitación de Rose

—Cariño, vino el señor Torricelli— susurro tocando la frente de la joven

—¿El... El señor Torricelli?

—Si, quería disculparse por lo de ayer— Emma colocó un termómetro en la axila de Rose

—¿Ayer?

—Si, ayer, por haberte dejado esperando, dice que fue a una reunión importante y que no pudo regresar a tiempo, y que lo siente mucho

—No te disculpes — susurró delirante Rose de manera casi imperceptible

—Iré por más agua fría y por un té de naranja, necesitas vitamina C

...

Al día siguiente Rose había amanecido considerablemente mejor, por lo tanto había decidido asistir al instituto, había superado la fiebre y envuelta en suéteres había asistido a clases. Tenía la garganta cerrada, y por ello casi no había hablado, además tenía demasiadas cosas en la cabeza y no quería que Laura se enterara.

Lo que había pasado entre el señor Torricelli y Rose había sido un error, y era su secreto.

En la salida Rose se despidió de Laura y se dispuso a caminar en dirección a la casa de su tía Emma, sin embargo un lamborghini conocido - en realidad el único que conocía- aparecó a su lado. Massimo salió del auto y aún sin saludar a Rose abrió la puerta del copiloto, invitándolo a subir. Rose sin mucho que decir subió al auto.

Cuando ambos se encontraron a bordo Massimo comenzó a conducir en dirección a la casa de la tía Emma.

—Señor Torricelli...

—¿sí?

—¿A qué viene esto?

—Quería pedirte perdón... Pero nunca me he disculpado por nada... No sé cómo hacerlo exactamente.

Se estacionó frente a la casa de la tía de Rose.

—No se preocupe señor Torricelli, estaba ebrio, y yo... Bueno...

—Esto es para ti— Massimo sacó de una bolsa negra una caja blanca con un celular en la caratula.

—¿Qué es eso?— preguntó sin aliento sosteniendo la caja entre sus dedos, preguntándole con la vista a Massimo si podía abrirlo.

—Es tuyo. 

Azúcar En El InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora