Capítulo 5

218 25 0
                                    

Escucho lejanas las ráfagas de fusil, intento levantarme, pero me es imposible, el escalofrío que cubre todo mi cuerpo me lo impide. Observó mi cuerpo y sacudo con violencia los insectos que caminan por mis brazos. No he dormido en días, no sé cuánto tiempo llevo en ese lugar, entran me inyectan y luego se van. He permanecido casi todo el tiempo del secuestro bajo los efectos de las drogas que me inyectan. Una mujer entra luego que lo hacen, las imágenes son distorsionadas en mi mente, por lo que no sé si es alucinación por abstinencia o en realidad tengo sexo con ella.

Las ráfagas del fuego cruzado las sigo escuchando y de nuevo intento levantarme al querer pensar que es real. Ha pasado un largo tiempo, desde que me intentaron la última vez, por lo que podría estarlo imaginando, al igual que los insectos en mi cuerpo o las ratas en la asquerosa habitación.

Lo último que recuerdo es al tal Rodrigo murmurar que está feliz por el yate y sellar el trato con un apretón de manos. Después de eso oscuridad desperté en esta habitación y he permanecido en ella desde ese instante. Solo espero que Caitin y mis padres estén bien, que el corazón de mi padre soportara este suceso. Acepté porque era conocido de Caitin, fue su compañero de estudios y por eso acepté viajar. Pedía un yate que teníamos en puerto y que solo requería entregarlo, pero se negó a llegar a la isla, según él no contaba con el tiempo disponible.

Las balas las escucho cada vez más cerca y sólo cuando una atraviesa la puerta, me doy cuenta que no es una alucinación. Logro sentarme en un rincón del colchón que yace en el suelo, mientras mi cuerpo empieza a convulsionar y a sudar frio. La puerta se abre de manera estrepitosa y veo la figura alta que se le dificulta mantener erguido en medio de ella.

—Ángelo —murmuró y me llevo una mano en mi pecho.

—Es lo que te hacía falta hacer Russo, drogarte —son sus palabras de bienvenida y ríe antes de seguir —No seas payaso que no te han has herido.

—La mujer, busca a la mujer —le digo y niega ayudándome a levantar.

Se bula diciendo que realmente estoy mal porque no hay ninguna dama e insisto que sí. Ella entraba y tenía sexo conmigo, pero sigue riéndose e insistiendo que, ese acto como método de tortura, es fatal. Caigo inconsciente, mientras intento hacerme explicar, fueron en los primeros meses allí, ella era obligada a hacerlo.

Abro los ojos en una habitación de paredes blancas, me pongo en pie o hago el intento y descubro que estoy atado en una camilla. Es lo que parece un hospital, solo que tengo la certeza no lo es. Empiezo a tener pequeñas imágenes en mi mente, Ángelo diciéndome que debo calmarme y aceptar que nunca me amaron y que quizás solo querían mi muerte. No sé si fue mi imaginación, pero ruego que lo sea. Un par de ojos conocidos se asoman en mi campo de visión y el griego sonríe.

—¿No causarás problemas? —pregunta y lo miro confundido —había que desintoxicarte, pero no pensé que fueras un grano en el culo drogado.

—¡Jodete! — respondo y recuerdo los métodos de desintoxicación suyos. —no sé cómo se hace, solo que no es a los golpes. —el sádico sonríe mientras se sienta a mi lado y se cruza de brazos.

—Improvisé un poco, alguien tiene hacerte entrar en razón —se defiende —y le prometí a tu padre que al pisar la isla sabrías la verdad.

Empiezo a recordar lo que me ha dicho y el dolor que siento es inmenso "—Tu papá recibió el poder que le dejaste con Zack, pero no hizo lo que le pediste. Es decir, no le dio tu dinero a Caitin, en cambio, te quitó hasta el último centavo. Caitin pidió el divorcio, se casará con Liam, tu padre está furioso con ella —". Los recuerdos y voces son tan nítidos que sé no fue una alucinación, su rostro mirándome serio me lo confirma.

Eclipse de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora